El murciano de 18 años se adaptó muy bien a las condiciones del torneo y venció en tres sets al danés de su misma edad.
Carlos Alcaraz está hecho para el espectáculo. Por eso un torneo desenfadado, un tanto informal, pero con mucho nivel, como las NextGen ATP Finals, le viene como anillo al dedo.
El murciano de 18 años se divirtió de lo lindo en el Allianz Cloud de Milán, un pabellón bonito con el tamaño y el aforo justos, para vencer al otro benjamín del Masters sub-21, Holger Vitus Nodskov Rune, de su misma edad, por 4-3 (6), 4-2 y 4-0. Lidera de entrada el grupo A, por delante de Brandon Nakashima, que se deshizo del argentino Juan Manuel Cerúndolo, pero en cuatro sets.
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El miércoles (sobre las 15:30, #Vamos) se enfrentará al estadounidense.
Con la sonrisa puesta y después de echarse una siestecilla televisada antes del partido, Alcaraz, cabeza de serie número uno, ejecutó un plan de juego sencillo, cimentado en saques potentes (alguno superó los 220 km/h) y mucha movilidad en una pista dura sin pasillos de dobles.
El formato (partidos a cinco mangas, cada uno de los cuales lo gana el primero que llega a cuatro juegos) obliga a estar muy vivo en la cancha.
No hay segundas oportunidades, porque se anulan las ventajas en el deuce, y los entrenadores puedan dar instrucciones a los tenistas desde uno de los laterales.
Ahí estaba Juan Carlos Ferrero, con dos pantallas a su disposición para ver repeticiones y estadísticas, hablando de vez en cuando, pero sin abusar.
Charly no necesitaba demasiadas directrices, porque todo le salió a pedir de boca. “Me encantan estas condiciones, jugar rápido”, dijo el muchacho. En la grada algún espectador alucinaba con la potencia de los golpes: “Guau”.
Tras una primera manga disputada, que resolvió en un desempate también competido (no se habían enfrentado hasta hora), Alcaraz puso la directa y se acabó lo que se daba en apenas 75 minutos.
Rune, talentoso pero un poco menos que el español (viene de ganar el domingo un Challenger en Bérgamo), ya no encontró la manera de hacerle daño, aunque intentó jalear al público, numeroso, que presenció este duelo del futuro, para ponerlo a su favor. Pero ni estaban en París ni él era Gaston.