“El sueño americano se quedó aquí en México”: la última esperanza de los migrantes haitianos

  • El territorio mexicano no era el destino meta de miles de haitianos aglomerados en las fronteras norte y sur. Sin embargo, al ver que sus paisanos son deportados de EEUU apenas pisan ese país, México se volvió su última esperanza en busca de una vida mejor que la que les espera en Haití


El sueño americano del haitiano Marckenson Raymond ya se acabó
. Recorrió unos 7 mil kilómetros en su búsqueda. Tiene 34 años de edad. Los últimos ocho los vivió en Brasil. La precariedad laboral ahí lo orilló a emprender el pasado mes de julio su travesía hacia Estados Unidos. Las deportaciones masivas de sus paisanos cambiaron su esperanza hacia una alternativa más viable: México. Su historia es la de miles de haitianos aglomerados en ambas fronteras de ese país.

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“Nosotros queríamos llegar hasta allá (EEUU)”, cuenta un resignado Marckenson a Infobae, “ahora no, porque están deportando a los haitianos; uno tiene miedo”.

México ha sido escenario de un insólito movimiento migratorio durante los últimos años. Solo en este 2021 han ingresado al país 147 mil migrantes indocumentados. En días recientes, un grupo en particular ha atraído los reflectores: los haitianos provenientes, en su mayoría, de Chile y Brasil. El foco fue un campamento entre Ciudad Acuña, Coahuila y Del Rio, Texas, donde unos 15 mil haitianos buscaban cruzar a Estados Unidos, o bien ya ahí, esperaban el tan ansiado asilo. Pero para el 12 de este mes de septiembre, el gobierno de Joe Biden había empezado ya a mandarlos en vuelos de regreso a su país de origen.

“El sueño americano se quedó aquí en México”, sostiene Marckenson mientras da de beber un jugo a su hijo de dos años y medio, sentado junto a su esposa en el pavimento, afuera de un refugio en Monterrey, la ciudad más grande del norte mexicano a la que cientos de haitianos decidieron llegar tras enterarse de las deportaciones de sus compatriotas.

Él trabajaba en Brasil conduciendo un coche dentro de la aplicación de Uber. El endurecimiento de las políticas hacia los migrantes, cortesía de Jair Bolsonaro, ahogó su economía. Esa razón llevó en la misma ruta al haitiano Robert de 30 años. En la carpa de a lado, acompañado de su esposa y su pequeña de dos años, cuenta que ha viajado con la intención de encontrar en México “un lugar para trabajar y para quedarme aquí”.

Ambos se encuentran refugiados en Casa Indi, un albergue en la capital norteña que habitualmente se dedica a cobijar personas indigentes y migrantes de paso. Aunque la última semana se convirtió en una especie de limbo haitiano. En un par de días vieron sobre pasada su capacidad de 300 personas, a cerca de mil 500 haitianos hacinados, como si no hubiera una pandemia… no hay de otra.

A pleno mediodía, las temperaturas por encima de los 30 grados y el calor desértico propio del norte mexicano, obliga a los migrantes a estar afuera, en la calle, bajo unas carpas. Ahí esperan sentados. Mamás amantan a sus bebés. Un grupo de adultos juega fútbol. Otro de menores los imitan. Unos más se congregan alrededor de una mesa redonda a ver a otros jugar dominó. Pasan por turnos al comedor que el albergue tiene para los necesitados. No están acostumbrados a la cocina mexicana, pero tienen hambre.

En la oficina central del refugio aguardan una decena de personas. Es su turno de ser atendidos por los cuatro abogados de Assylum Access México, quienes parecieran no darse abasto en su cruzada por asesorar a los migrantes sobre sus peticiones de asilo y los derechos con los que cuentan. Aunque son una organización independiente ahora mismo trabajan en coordinación con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Pero, por más inédito que parezca, la inmigración haitiana en México no es un fenómeno nuevo.

La semana pasada, el secretario de Relaciones Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard, declaró que México no tenía inconvenientes en dar asilo a los migrantes haitianos, siempre que respetaran la ley. Esto encendió una nueva esperanza para el turbulento peregrinaje de los miles de haitianos que, desde el lado mexicano, dan por seguro que recibirán el estatus de refugiados.

Para David Berlín, ese discurso contrasta con la realidad: solo tres de cada 10 solicitudes de asilo de haitianos en México son concedidas.

“La postura de la Comar y de Cancillería es que estas personas haitianas no son refugiados”. Berlín descarta la validez de ese posicionamiento al recordar que para la ley mexicana cualquier persona que huye de un país donde hay violación masiva a los derechos humanos o violencia generalizada, merece reconocimiento como refugiado, problemáticas que son latentes en Haití. “No creo que todos vayan ser reconocidos como refugiados. Es muy probable que vaya a haber muchos casos de rechazados por los argumentos de las autoridades mexicanas”.

Las estadísticas lo respaldan. Tan solo en este año, México ha recibido unas 18 mil solicitudes de asilo por parte de personas de origen haitiano. Un 56% mayor a la cantidad recibida entre 2013 y 2020. De las de este 2021, solo 2 mil han tenido respuesta.

El sueño también es mexicano

El canciller Ebrard apuntó que solo una mínima parte de los migrantes haitianos quería quedarse en México. Dijo que ya eran refugiados en Brasil o Chile, por lo que su objetivo no era otro que llegar a Estados Unidos.

Pero para Etienne Pierre, un haitiano de 40 años procedente de Chile, la prioridad es llegar a un lugar en el que pueda tener estabilidad y trabajo, sin importar donde sea. Él viaja junto con su esposa y dos hijos. Reconoce que la travesía ha sido peligrosa pero, “lamentablemente confiamos más en todos esos caminos que hemos atravesado, por nueve países, que quedarnos allá”.

Con una economía bastante dinámica, el país austral se convirtió desde hace varios años en un destino esperanzador para los haitianos. La pequeña Yasmine, de nueve años de edad, cuenta que ella estaba en Chile “estudiando y aprendiendo cosas para alcanzar mis sueños”. La dificultad para arreglar su estatus migratorio orilló a su familia a salir de ahí.PlayLa pequeña Yasmine de 9 años de edad, llegó con su familia y cientos de migrantes haitianos más a Monterrey, al norte de México, donde fueron albergados en el refugio Casa Indi. Ahí esperan para solicitar asilo tras las deportaciones masivas de sus paisanos desde EEUU

El gobierno chileno puso de plazo hasta el próximo 17 de octubre para que todos los migrantes que entraron en su territorio antes del 18 de marzo de 2020 –cuando cerraron fronteras por COVID-19– regularan su situación migratoria. Pero las exigencias del trámite para muchos haitianos han sido imposibles, por lo que decidieron salirse de ahí.

Etienne está seguro de que le van a dar el asilo en México. “Si acá en Monterrey hay trabajo, acá nos quedamos. Donde haya trabajo y estabilidad, ahí nos quedamos”, insistió en el diálogo con Infobae.

Los migrantes esperan con fervor una respuesta postiva por parte del gobierno mexicano. Les urge el papel que los proteja y les ayude a reiniciar su vida de manera digna. Sin él, quedan a merced de los peligros en la calle e, incluso, de policías que al percatarse de que no tienen ningún tipo de protección oficial, abusan de su vulnerabilidad.

Esa desesperación es evidente en el rostro de Violene Marseille, que lleva más de una semana varada en Casa Indi. Esta haitiana de 36 años, viaja con su esposo y sus dos hijos. Vivió en Chile desde 2016. “Ahí no vivía mal”, comenta. Ella sí contaba ahí con residencia legal, pero “por los problemas económicos decidí buscar una vida mejor”, detalla. Tampoco le importa si es en Estados Unidos o en México, “solamente necesito una vida mejor, si la encuentro aquí, me quedo aquí. Si no, voy a donde pueda vivir bien”.

Violene Marseille y su familia llegaron, junto con cientos de migrantes haitianos, a Monterrey, norte de México. Encontró refugio en Casa Indi, donde espera para solicitar asilo tras las deportaciones masivas de sus paisanos desde EEUU.

Violene Marseille y su familia llegaron, junto con cientos de migrantes haitianos, a Monterrey, norte de México. Encontró refugio en Casa Indi, donde espera para solicitar asilo tras las deportaciones masivas de sus paisanos desde EEUU.

Ninguno de estos migrantes considera siquiera, entre sus opciones, regresar a Haití. Tiene sentido. La isla es el país más pobre de la región, problema que empeoró gravemente con el terremoto que les azotó en el 2010. Desde entonces, cerca de dos millones de haitianos decidieron emigrar. Y por si fuera poco, el asesinato del presidente Jovenel Moïse, de 53 años, ocurrido el pasado 7 de julio, hundió a Haití en una crisis de violencia e ingobernabilidad en la que todos sus residentes se encuentran en constante peligro.

“¿Regresar a Haití es opción?”, se preguntó a Markenson Raymond, historia que inició este reportaje, “¡No!”, contesta enérgico, “nunca en la mía vida. Si mataron al presidente, qué me puede esperar a mí”.