Es verdad que hay que mantener la cadena de frío; pero no nos engañemos.
La nevera no es un armario. Muchas veces al llegar con la compra tendemos a refrigerarlo todo de forma inmediata por miedo a que se ponga malo.
No se trata de rellenar huecos si no de colocar cada cosa en el sitio correcto para que se mantenga en su temperatura adecuada y no suponga un riesgo para el consumidor.
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Una vez que tenemos claro que hay que dejar espacio entre los alimentos, hay que destacar que se deben separar los alimentos crudos de los cocinados.
El objetivo de hacerlo así es evitar las posibles contaminaciones con algunas bacterias, como la salmonella, la E.coli, la listeria, el campylobacter.
Lurueña recuerda que “los alimentos que suelen estar más contaminados son los de origen animal. Estos los cocinamos antes de consumirlos, pero los otros no”.
La temperatura del frigorífico varía en función de la zona pero también depende del modelo.
Lo ideal es leer las instrucciones para ver qué consejos da el fabricante, pero también hay ciertas pautas generales que podemos tener en cuenta para alargar la vida útil de los alimentos que vamos a comer y evitar ponernos enfermos por toxiinfeciones alimentarias.
Por ejemplo, las frutas y verduras deben ir siempre colocadas en los cajones situados en la parte inferior de la nevera, “para que no pierdan mucha agua por evaporación”, comenta Lurueña.
En el caso de que el frigorífico cuente con otro cajón para carne y pescado, Luengo explica que deben colocarse ahí y siempre bien empaquetados para evitar el contacto y las contaminaciones.
“Dentro de la nevera la temperatura varía. En las zonas inferiores, los cajones y las baldas, la temperatura es mucho más baja”, dice Luengo.