¿Te gusta tomar exámenes? Si eres como yo, probablemente tu respuesta es que no. Y entiendo por qué no le gustan las pruebas: suelen ser largas y siempre muy estresantes. Lo más probable es que, incluso si te quedaste despierto toda la noche estudiando para tu examen, te olvides de mucha de esa información para cuando realmente lo tomes. Hay una razón por esto: nuestras memorias son muy poco fiables. Olvidan muchos detalles importantes y, cuando lo hacen, crean otros falsos para llenar los vacíos. Entonces, confiando en la investigación científica que dice que no se debe confiar en nuestros recuerdos, ¿por qué estamos tomando exámenes?
Tomamos exámenes para asegurarnos de que nos acordamos de todo lo que aprendimos en clase, pero en realidad no podemos recordarnos de las cosas correctamente porque nuestra memoria es defectuosa. Los estudios muestran que nuestras memorias cambian espontáneamente con el tiempo. Si pensabas que podías retener información desde la última vez que estudiaste hasta tu examen, probablemente si puedes hacerlo, solo que la memoria de esa información será diferente a la que estudiaste.
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Hay decenas de estudios que explican todo esto a fondo, pero no los estamos escuchando. Necesitamos hacer algo con esta información. Tal vez no erradicar los exámenes, lo que podría ser un poco extremo para las escuelas, sino cambiar la forma en que funcionan las pruebas para que en lugar de probar nuestra memoria, pongan a prueba nuestras habilidades para poner en práctica cierto concepto que aprendimos.
Pero, ¿por qué son defectuosas nuestras memorias?
Un reciente estudio sugiere que cuanto más interesados estemos en un tema, desde política hasta religión o deporte, es más probable que formemos recuerdos falsos en relación con esa temática.
Para la investigación le pidieron a las personas que recordaran determinados eventos, de los cuales algunos habían pasado realmente y otros no. A raíz de eso encontraron que solo el 10 % de las personas estudiadas dijo haber recordado un evento que no pasó, es decir que tuvieron un falso recuerdo, con relación a temáticas que no les interesaban, mientras que el 25 % de las personas mostraron tener falsos recuerdos de eventos relacionados a temáticas de interés.
Los recuerdos maleables de una persona pueden implicar lo muy mundano, como cuando dudamos si la estufa realmente está apagada o encendida. O pueden implicar algo crucial, como los recuerdos nebulosos de testigos oculares de un crimen, tal vez.
Una memoria distorsionada o información falsa pueden afectar la forma en que recordamos las cosas. La memoria es flexible y fácil de manipular. Además, una persona puede tener una memoria existente que impida y obstruya el conocimiento, con una memoria improvisada recién formada. También, una persona puede recibir información falsa y convencerla de que crea que un evento realmente ocurrió, incluso si el evento no sucedió.
Dado que los recuerdos recuperados pueden ser genuinos o falsos o incluso una combinación de los dos, es legítimo cuestionar cuánto de lo que recuerdas es real y cuánto es solo una percepción errónea.
Basado en todos estos estudios, quizá estaría bien poner a consideración o debate cual sería una manera más efectiva para que las escuelas puedan ver cuanto están realmente aprendiendo los estudiantes o si están adquiriendo las habilidades necesarias y no solo memorizando de manera inefectiva lo que se les presenta para obtener una nota en particular.