Djokovic noqueado

El tenista serbio se topó en la final del US Open con Medvedev y una montaña rusa de emociones que no supo contener. No tiene claro su futuro más inmediato.

Novak Djokovic vivió el domingo uno de los días más tristes de su carrera, por mucho que en la ceremonia de entrega de trofeos de la final masculina del US Open dijera entre lágrimas que tenía “el corazón lleno de alegría” por el apoyo incondicional del público. La realidad es que el serbio, que esperaba levantar su 21º trofeo en majors para superar el récord de 20 que compartía con Rafa Nadal y Roger Federer y completar el Grand Slam de calendario, que consiste en ganar los cuatro en un mismo año, cayó en tres sets (triple 6-4) ante Daniil Medvedev, que fue muy superior. Rod Laver seguirá siendo el último jugador ATP que lo consiguió, en 1969.

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Justo antes del último juego del partido, poco después de conseguir su único quiebre, Djokovic rompió a llorar en el banquillo. “No esperaba nada, pero la cantidad de apoyo, energía y amor que recibí de la gente fue algo que recordaré por siempre. Esa es la razón por la que rompí a llorar. La emoción era tan fuerte…”.

Esa fue la explicación del número uno del mundo sobre un hecho que todo el mundo interpretó como un acto de liberación de toda la presión y tensión acumulada durante semanas por la magnitud de los objetivos que perseguía. En el segundo set, tras desperdiciar seis puntos de break, el balcánico destrozó su raqueta (tendrá que pagar más de 4.000 euros por “mala conducta”). Djokovic argumentó que sus piernas “no estaban en la pista” y que se sintió “lento”. “Cometí muchos errores no forzados (38), no me funcionó el servicio y sentí presión constante en mis saques”.