Con su rostro bronceado y presencia ganadora, el actor francés Jean-Paul Belmondo, que falleció este lunes -6 de septiembre- a los 88 años, fue estrella de la Nouvelle Vague antes de hacerse mundialmente famoso por sus papeles en comedias y filmes de acción.
Al igual que su cómplice y rival Alain Delon, fue uno de los monstruos sagrados del cine francés. Ambos triunfaron encarnando a gánsters y policías, pero tenían perfiles antagónicos.
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Lejos del distante y solitario Delon, especializado en papeles sombríos y trágicos, al Belmondo solar no le molestaba para nada la etiqueta de comediante simpático y adorado por los franceses.
“Bebel” había sin embargo desaparecido de la pantalla tras sufrir en 2001 un accidente vascular cerebral que lo dejó muy disminuido.
Nacido el 9 de abril de 1933 en Neuilly-sur-Seine, un suburbio acomodado de París, Belmondo se crió en una familia de artistas. Su padre de origen italiano era un reconocido escultor. El hijo sueña con ser actor de teatro y se inscribe en el conservatorio.
“Con ese físico, usted nunca va a tener éxito en esta profesión”: el juicio perentorio del decano de la Comédie Française seguía haciéndole reír cuando lo evocaba ya octogenario y 70 filmes después.
Tras algunos filmes como principiante, fue Jean-Luc Godard, el papa de la Nouvelle Vague, quien detectó su talento y le confió en 1960 el papel protagónico junto a Jean Seberg de “A bout de souffle” (Sin aliento), antes de “Pierrot el loco“.
También dentro de aquella corriente de vanguardia actuó en “Moderato cantabile“, de Peter Brook, con guion de Marguerite Duras.
“Después de ‘A bout de souffle’, de la noche a la mañana, me fui a Italia a rodar cuatro películas seguidas. El teléfono no paraba de sonar: hubiese podido hacer veinte por año, si quería”, contó.
Su afición por el boxeo –otra coincidencia con Delon– lo desvía hacia papeles más físicos del cine policial y de aventuras (“El hombre de Río“, 1964). También incurre en comedias junto a las estrellas más bellas del momento, como Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida, Catherine Deneuve y Sofía Loren.
Algunas caerán en sus brazos y serán pareja en la vida real, como Ursula Andress y Laura Antonelli.
Era conocido por negarse a que otro lo reemplazara en las peleas o escenas peligrosas de sus innumerables papeles de policía o maleante: “Borsalino” (1970), “El magnífico” (1973) o “El profesional” (1981).
Aquel cine taquillero decepciona aparte de la crítica, que lo imaginaba en papeles más profundos, aunque él asumía sin complejos ese rol: “Estoy orgulloso de ser una estrella popular, no desdeño la aprobación del público”.
Y el público se lo retribuyó con creces. Durante más de 20 años, 48 de sus filmes superaron el millón de entradas, hasta el fracaso de “El solitario” (1987). “Fue la película policial que hice de más. Yo ya estaba harto y el público también”, confesó.
El éxito regresa con “El imperio del león” (1988), de Claude Lelouch, uno de sus mejores papeles, que le valió un César del cine francés, premio que sin embargo rehusó ir a buscar.
Regresó en la madurez a las tablas, su pasión de juventud donde conoció a algunos de sus mejores amigos, como Jean-Pierre Marielle, Jean Rochefort y Pierre Vernier. Fue muy aplaudido en “Kean” y “Cyrano” en su parisino Théâtre des Varietés.
En 2001, se retiró de toda actuación por el percance de su salud, salvo para un papel en la película “Un homme et son chien” (2008), la historia de un anciano rechazado por la sociedad.
El Festival de Cannes recompensó el conjunto de su carrera con una Palma de honor en 2011 y la Mostra de Venecia con un León de Oro un lustro más tarde.
Eternamente bronceado, “Bebel” siguió entreteniendo a la prensa del corazón. Tras el divorcio con su segunda esposa, la vedette Natty, mantuvo una relación con una exmodelo belga, de la que finalmente se separó en 2012.
Belmondo era padre de cuatro hijos: Patricia (fallecida trágicamente), Florence, Paul y Stella, a quien tuvo a los 70 años.