Andy Murray se sentó en la sala de entrevistas del Abierto de Estados Unidos para una conferencia previo al torneo, y el moderador le informó al campeón del 2012 que podía quitarse su mascarilla.
A diferencia de los otros nueve jugadores que hablaron con la prensa el día anterior, Murray decidió dejarse el barbijo.
Y a diferencia de casi la mitad de los hombres y mujeres que participarán en el último Grand Slam del año que inicia el lunes, Murray está vacunado contra el COVID-19.
Le gustaría que más jugadores estuvieran inmunizados.
Y su actitud contrasta con lo que se vive en Flushing Meadows en lo que respecta a uno de los temas más polémicos en este momento, en que se incrementan los casos vinculados con la variante delta.
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Por ejemplo, los jugadores y sus equipos no están obligados a vacunarse, pero los asistentes —que en algunos casos podrían estar tan cerca como para recibir un saludo— ahora deberán probar que tienen al menos una dosis.