El físico suele ser lo primero en lo que nos fijamos si queremos empezar una relación sexual o de amor con alguien, aunque hay casos en los que esto no es así. De hecho, hay personas que no se sienten atraídas hacia otras por el físico sino que es la admiración o el intelecto lo que les hace acercarse a otras personas con el fin de entablar una relación de pareja. Es lo que se denomina sapioxesualidad.
Como explica Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “sapiosexualidad es cuando sientes atracción sexual hacia una persona por su inteligencia, sus planteamientos éticos o morales o por la capacidad que tiene para analizar las cosas y por su manera de ver la vida”. Según Marina Castro, psicóloga especializada en sexología, “sapiosexualidad no es una clasificación científica sino que es una manera de nombrar a la gente que tiene atracción sexual cuando tiene admiración intelectual”. Aunque suene raro, “no es algo extraño, ya que, en toda relación el deseo sexual suele ir ligado a cierta admiración por determinadas cualidades de la otra persona”, explica Castro.
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De hecho, la admiración mutua en una relación es algo fundamental para que perdure en el tiempo y es esa admiración la que puede generar el deseo reactivo en la pareja.
Es más, es más probable que dure en el tiempo una relación basada en este concepto que una relación en la que el físico es lo predominante. No hay que olvidar que el principal y mayor órgano sexual es el cerebro, por lo que cualquier inteligencia (social, intelectual, cultural o emocional) puede despertar el interés sexual hacia el otro y puede convertirnos en sapiosexuales.
Para entender mejor esta conexión entre deseo sexual y deseo intelectual es fundamental saber que en cualquier relación hay un deseo activo, “tengo ganas de sexo” y un deseo reactivo, “no tengo ganas de sexo pero si hay algo que despierta mi atención, sea una situación o una admiración hacia otra persona, puede que me despierte el deseo sexual y las ganas de tener sexo con la persona”, explica en detalle Castro. En el caso de la sapiosexualidad, es la inteligencia lo que produce este efecto en la otra persona. No quiere decir que, por el hecho de oír a una persona hablar, se active el deseo sexual, pero sí que poco a poco se puede ir despertando ese deseo sexual. El problema es que este tipo de relaciones necesitan, tal vez, más tiempo que las que se basan en lo físico. “Lo más importante de todo es tener tiempo para fijarse en la otra persona”, explica Molero. “Siempre hay personas que nos pueden llamar la atención por un motivo o por otro pero no siempre estamos en condiciones de descubrirlo porque no tenemos tiempo”, señala.