Este chico, que ahora jugará en Italia con el Genoa, a los 16 años no quiso saber más de futbol. Fue cuando Pumas saboteó su trayectoria. Paradójicamente este mismo equipo le abrió la puerta para ir a Europa.
La historia de Johan Vásquez entonces tiene que situarse en Navojoa, Sonora, lugar de su nacimiento, tierra beisbolera, pero en donde indefectiblemente llega el futbol.
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Ahí está aún Rigoberto Zito Vásquez, el padre de Johan, que desde niño es futbolero y tuvo dos hijos que salieron igual que él.
Johan se fue a Pachuca a los 10 años, pero le entró nostalgia, extrañaba a su mamá y tuvimos que ir por él. Luego, a los 13, en Pumas estaba entrenando, pero sin explicaciones, de la noche a la mañana, lo sacaron por no ser de la Ciudad de México. Se fue a Tigres y pasó lo mismo, fue cuando ya no quiso saber del futbol”.
Entonces, toda esa confianza que expresaba en el campo al que entraba como en terreno conquistado, desapareció.
Johan volvió a Navojoa para ayudar a su padre en el remolque que funcionaba como expendio de mariscos, yendo por las tortillas, preparando los alimentos o atendía las mesas mientras terminaba la secundaria abierta.
De vez en cuando tomaba la patineta y salía a la calle en ella y echaba a suspiros la nostalgia de sus gallos, “le gustaban mucho, llegó a tener hasta 10 por la casa, la mamá ya no sabía cómo sacarlos. No los echaba a pelear, sino que le gustaba cuidarlos, pero cuando se fue a Pachuca nos deshicimos de ellos”, recuerda jocoso Zito Vásquez mientras sigue la práctica de los niños de la que es entrenador en la unidad deportiva de su colonia y en la que mandó a pintar en uno de los muros a su hijo con la camiseta de los Pumas y con la de la Selección Mexicana, además de la medalla de bronce conseguida en Tokio.