Ante los indicios de qué el confinamiento antipandémico iba a generar mayores presiones sobre las clases bajas en Estados Unidos, el gobierno del presidente Biden aprobó varios paquetes de ayuda y subsidios directos a la población de abajo y a la vuelta de un año lograr la disminución de casi veinte millones de pobres respecto a 2018, una baja de casi 45%.
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El principal dilema de los gobiernos ante la recesión forzada por la pandemia fue optar entre el equilibrio macroeconómico con restricciones de gastos y efectos negativos en los sectores sociales bajos o decidir subsidios extraordinarios para contener el desempleo, la marginación y el empobrecimiento masivo.
No es la primera vez que los gobiernos enfrentan dilemas de tal naturaleza. En la crisis de corporaciones financieras del 2008-2009, hasta el Fondo Monetario Internacional permitió el aflojamiento de las metas estrictas de déficit presupuestal y endeudamiento público, a fin de que los gobiernos pudieran financiar la salida de la crisis por la vía de la demanda subsidiada.
Hoy Estados Unidos ha puesto en marcha con eficacia programas de demanda subsidiada. En su reporte de los efectos sociales de la política económica ante pandemia, publicado el pasado 28 de julio, el periódico The New York Times aportó cifras sobre la disminución de la tasa de pobreza, con efectos sobresalientes en los sectores hispano, asiático, blanco y afroamericano. Los costos fiscales de los programas se endosaron a la inflación, el déficit presupuestal y la deuda pública, aunque con la certeza de que había que salvar primero a los pobres.
La estrategia de demanda subsidiada de Biden se basó en la entrega de pagos mensuales específicos y extraordinarios a la mayoría de las familias con niños y a las comunidades sobre todo afroamericanas con dificultades en el ingreso y el empleo. Pocos países siguieron los pasos audaces de la Casa Blanca y todos ellos vieron aumentar de manera espectacular y negativa sus cifras de marginados, empobrecidos y desempleados sin expectativas de recuperación en los próximos de tres a cinco años.
El efecto adicional de los programas de apoyo a marginados se verá en las relaciones sociales de raza, pues, señala el diario neoyorquino, la pobreza afecta a grupos raciales y étnicos afroamericanos y latinos que ampliaban su brecha de marginación respecto a las comunidades blancas. Y en Estados Unidos la desigualdad racial de modo natural tiene efectos en los padecimientos de inseguridad y violencia.
La clave del paquete de ayuda social estadounidense radicó en el aumento de ingresos temporales a las familias marginadas para incrementar las posibilidades de crecimiento de la economía estadounidense en general, logrando que el hoyo recesivo por el confinamiento fuera menor. Mientras en EU el PIB de 2020 fue de -3.5%, en países como México en que no hubo apoyo a la planta productiva y el empleo el PIB en 2020 cayó -8.5% y el esfuerzo de reactivación para intentar estabilizarlo perdido tardará como mínimo cuatro años y aún así la recuperación del ritmo de bienestar social habrá perdido cuando menos diez años de ventaja. Datos del CONEVAL señalan que la población en pobreza laboral en México creció a niveles similares a 2017, el ingreso bajó 2.5% y la canasta básica aumentó 6.1%.
El paquete de ayuda social a los pobres en EU salvó a 10 millones de personas del empobrecimiento pandémico y los alejó de los márgenes de la pobreza extrema.
El costo de política económica se resentirá en la inflación, pero hubo de asumir la gran decisión en Estados Unidos entre endiosar la inflación y la estabilidad macroeconómica o aumentar el gasto social para evitar un empobrecimiento generalizado que hubiera tenido efectos desastrosos en el nivel social de los marginados y en el previsible aumento de la violencia y el consumo de drogas.
El efecto de la política económica de defensa del bienestar social en Estados Unidos será temporal, pero beneficiara el hecho de haber atenuado el desplome del PIB y la actividad económica de los próximos tres años absorberá paulatinamente la inflación.
Estados Unidos ofrece una imagen real de lo que es un programa que coloca primero a los pobres.
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