Pedro Castillo asumió este miércoles la presidencia de Perú para el período 2021-2026 tras jurar el cargo ante el Congreso de la República y recibir la simbólica banda presidencial.
Castillo, ataviado con su tradicional sobrero chotano de paja y ala ancha y un terno con motivos indígenas, recibió los símbolos del poder del Estado de manos de la presidenta del Parlamento, María del Carmen Alva.
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“Juro por Dios, por mi familia, por mis hermanas y hermanos peruanos, campesinos, pueblos originarios, ronderos, pescadores, docentes, profesionales, niños, jóvenes y mujeres, que ejerceré el cargo de presidente de la República por el periodo 2021-2016. Juro por los pueblos del Perú, por un país sin corrupción y por una nueva Constitución”, afirmó el maestro rural.
En la sobria ceremonia estuvieron presentes todos los representantes de los poderes del Estado y el Congreso en pleno, así como familiares cercanos del mandatario.
También asistieron invitados como el rey de España, Felipe VI, y los presidentes de Argentina, Alberto Fernández; Bolivia, Luis Arce; Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Iván Duque, y Ecuador, Guillermo Lasso.
¿UNA PRESIDENCIA DISRUPTIVA?
El triunfo de este maestro rural de 51 años en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 6 de junio llegó como una sorpresa para muchísimos peruanos y sobre todo ha sido un varapalo para los poderes y la política tradicionales del país andino.
Perú, que este martes conmemora también los 200 años de su independencia de España, tiene en Castillo por vez primera un jefe de Estado procedente del campo andino, ajeno a sus élites políticas y centros de poder de Lima, muy inquietas ante su irrupción.
Encuestas recientes señalan los peruanos ven a Castillo con una mezcla de esperanza (34 por ciento), incertidumbre (29 por ciento), confianza (16 por ciento) y miedo (15 por ciento).
Se espera que en las próximas horas el flamante presidente, cuyo hermetismo en estas últimas semanas ha sido absoluto, anuncie su gabinete.
LA CONSTITUCIÓN, PRIMER OBJETIVO
Tras tomar posesión del cargo, Castillo reiteró su intención de acabar con la Constitución creada durante la dictadura de Alberto Fujimori y crear una nueva Carta Magna, y aceptó que la propuesta se hará siempre dentro del “marco de la ley con los instrumentos legales” y que habrá que “conciliar posiciones con el Congreso porque será aquí donde se tendrán que aprobar las normas correspondientes”, según cita el diario El Comercio.
Asimismo, Castillo anunció que presentará un proyecto de ley en el Congreso para poder crear la Asamblea Constituyente que tendrá que redactar eventualmente esa nueva Constitución, y aseguró que luego el texto será sometido a referéndum.
HOSTILIDAD OPOSITORA
Castillo asume el mando también con la certeza de que no tendrá “luna de miel” entre sus opositores, que ya desde la noche del 6 de junio, cuando se empezó a vislumbrar su triunfo sobre la candidata derechista Keiko Fujimori –hija del exdictador—, comenzaron a sembrar dudas sobre la legitimidad de su victoria.
Fujimori denunció durante semanas, sin ninguna prueba, la existencia de un “fraude” electoral, algo que tanto la justicia peruana como la comunidad internacional y la misión de observación electoral de la OEA desecharon sin titubear.
Aun así, la candidata derechista logró forzar durante un mes y medio que el tribunal electoral no nombrara a Castillo como presidente electo, gracias a que presentó más de mil demandas y recursos legales, aunque no tuvieran sustento.
Desde sectores de la derecha política y mediática se llegó a instar incluso a las Fuerzas Armadas a rechazar al mandatario y dejar la presidencia del Perú en manos del presidente del Congreso, lo que en la práctica hubiera sido un golpe de Estado.
MOMENTO CRÍTICO POR LA COVID
Castillo asume la presidencia en un momento crítico para el Perú, asolado por la crisis sanitaria y económica desatada por la pandemia de COVID-19 y en medio de una enorme polarización e inestabilidad política.
El profesor recibe al país con mayor mortalidad por coronavirus per cápita, con cerca de 200 mil fallecidos, y una economía que pugna por recuperarse tras caer un 11.8 por ciento en 2020.