Para una edición especial de la Revista Indicador Político sobre Manuel Buendía el periodista estadunidense Russell envió en 2014 un artículo especial que resumía su conclusión de su libro Eclipse of the Assassins. The slaying of Manuel Buendía (edición de Universidad de Wisconsin): la CIA.
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Partes sustanciales del texto (https://indicadorpolitico.com.mx/?p=8246):
Desde el primer momento el elefante que se hacía presente en el salón, como lo expresamos metafóricamente en inglés, ha sido la CIA, junto con otros elementos encubiertos estadounidenses y también los órganos de seguridad nacional de México. Nos llamaba poderosamente la atención, al respecto, la renuencia por parte de las autoridades mexicanas a siquiera plantear la hipótesis de alguna injerencia foránea en el complot de asesinar a Manuel Buendía, hipótesis de por sí más verosímil (…)
Esa férrea renuencia oficial a admitir la posibilidad de haber tomado cartas en el asesinato, la CIA ya en sí sustentaba la hipótesis de que era cierto, sobre todo a la luz de la bien documentada historia de relaciones coludidas entre la CIA y las más altas autoridades mexicanas. En el plano operativo es de conocimiento público que la antigua Dirección Federal de Seguridad venía siendo casi una dependencia de la CIA, hasta el insospechado extremo de poner personal de la DFS a las órdenes de los americanos, como recientemente el veterano de la seguridad mexicana Jorge Carrillo Olea (Proceso, No. 1930). “Había una casa en la colonia Anzures donde vivían agentes de la DFS al servicio de la CIA”, recuenta Carrillo Olea. “Los estadunidenses les pagaban, los vestían, les ordenaban. En total eran diez elementos asignados al servicio, las 24 horas, para seguir órdenes directas de la CIA. Recibían una compensación en dólares”.
De la parte americana, por acuerdo mutuo de los dos gobiernos, la CIA había colocado al menos uno de los suyos, Lorenzo (Lawrence Víctor) Harrison, en la DFS, a la vez que en la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (IPS), ambas dependencias de la Secretaría de Gobernación.
A la fecha del asesinato de Manuel Buendía, Harrison se había insinuado en el cártel de Guadalajara, donde realizaba tareas de espionaje que le daban conocimiento directo de los vínculos de la CIA con los principales capos del narco mexicano y de éstos con la contra nicaragüense (…)
Lamentablemente, algunos reportajes (…) señalaban que Harrison era un agente americano, cuyas actividades de espionaje se coordinaban con la DFS e IPS y por tanto habían sido autorizadas por el propio gobierno mexicano (…) Al contrario de lo que han afirmado varios reporteros mexicanos, al regresar a Estados Unidos no se acogió Harrison al programa de testigos protegidos, sino que conservó el nombre ficticio que le había dado la CIA un cuarto de siglo antes (su nombre de nacimiento es George Marshall Davis), se licenció en derecho, luego abrió su propio bufete de abogados (…)
(…) Por nuestras propias investigaciones hemos podido confirmar que él sí era agente de la CIA, que conocía a fondo el caso Buendía, y que es, por tanto, fuente clave para esclarecer el asesinato de Don Manuel.
En los círculos policiacos y de inteligencia mexicanos, nos asegura Harrison, se sabía con cinco semanas de antelación que iban a asesinar a Manuel Buendía. Lo sabía el propio Harrison. No sólo lo sabía, sino que posteriormente pudo adquirir una de las motos que se trajeron al D.F. especialmente para el operativo contra Buendía, una potente Kawasaki roja de 1200 CC.
(…) En todo caso, afirma Harrison que el verdadero móvil del homicidio fue el conocimiento que tuvo Buendía de la colusión de la CIA y altos oficiales mexicanos con los narcotraficantes en apoyo a los contras nicaragüenses. El verdadero autor intelectual del asesinato, nos aseveró, fue el coronel Oliver North (funcionario del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca), el mismo que protagonizaría el llamado escándalo Irán/Contra.
Y por el mismo motivo, enfatiza Harrison, murió el agente antinarcótico Kiki Camarena, como hasta ahora ha revelado el ex coordinador de la Operación Leyenda, Héctor Berrellez, y recién ha destacado el semanario Proceso. (Berrellez nos confirmó el explosivo detalle hace ya una década, pero aún no se animaba a denunciarlo públicamente). Es, a fin de cuentas, Lorenzo Harrison quien establece el vínculo entre los casos Buendía y Camarena. Es (…) la prueba empírica de que la CIA sí se entendía con el narco mexicano para sus propios fines geopolíticos.
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