Son pintores cuya forma de trabajar consiste en quemar el soporte que, al arder, se interviene y dibuja con humo.
La flama de una vela o de un soplete de soldar son los pinceles de Idalid Castillo, Darío Meléndez y Argeo Mondragón, artistas que pintan con el fuego y sus efectos. Actualmente, exhiben 25 de sus obras con el título de Humo, pintura ígnea, en la galería Casa Frissac.
Son pintores cuya forma de trabajar consiste en quemar el soporte que, al arder, se interviene y dibuja con humo.
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Aunque la obra de cada uno es diferente, coinciden en que el fuego y la pintura tienen un origen ritual.
Los tres cuentan con un oficio pictórico sólido, ya que son egresados de la Facultad de Artes y Diseño (FAD) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sin embargo, están inmersos en procesos de transformación de la materia y el espacio.
Como rastros en la memoria
Estas exploraciones y necesidad de intensificar los flujos energéticos en las obras los ha llevado a “potenciar procesos más allá de la representación como tal, incidiendo en la materia misma de maneras particulares.
A modo de carne, el soporte vive, pero con marcos que se hunden, ya sea en el papel o la madera, formando cicatrices e historias que dejan rastro en nuestra memoria”, expresan en una manifestación conjunta.
Idalid Castillo trabaja con la materia que transforma. Induce fuego sobre madera lo que la lleva a producir hibridaciones entre lo pictórico, lo escultórico y la instalación.
Investiga la transformación y la destrucción como procesos de construcción, y los residuos de estas interacciones como rostros de tiempo y cambio. Juega con la percepción del espectador y su concepto de realidad.
En sus obras existe una fuerte presencia matérica, cuyo punto culminante son las excavaciones en estratos de crudeza, perforaciones y desintegraciones como abismos o umbrales de lo real.
Emplea carbón, óleo y esmalte en su obra. Actualmente, es becaria del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) 2020-2021.
De la obra de Darío Meléndez, que suele ser figurativa, se dice: “Emanaciones de espíritus que se vuelven sombras en lienzos, que, a su vez, se tornan espejos emocionales y de recuerdos donde únicamente se revelan cuando el humo pasa por ellos”.
Profesor de la FAD, Meléndez es colaborador del Laboratorio de Diagnósticos de Obras de Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Se ha dicho que es un artista que ha rebasado su subjetividad para así canalizar su trabajo mediante la mezcla de sensibilidad con responsabilidad social.
La de Argeo Mondragón es una obra nómada y densa en la que los cuerpos y rostros de los migrantes, marcados a fuego en la madera, miran al espectador desde una frontera pictórica.
Explora el rostro de la migración por medio de quemar madera. Traza con pintura sobre la reacción química, una metáfora de los que son fantasmas y sombras. Ha sido becario del Fonca en dos ocasiones.
Humo, pintura ígnea permanecerá hasta el 8 de agosto en la galería Casa Frissac (Plaza de la Constitución, esquina Moneda, colonia Tlalpan).