Con el asesinato del presidente Moïse el caos y la incertidumbre reinan en Haití.
Bajo fuertes medidas de seguridad, Haití preparaba el jueves el funeral del asesinado presidente Jovenel Moïse, 15 días después de un crimen que sumió aún más al país en la incertidumbre y reavivó las tensiones históricas de sus pobladores.
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El jefe de Estado, quien fue asesinado a tiros a sus 53 años por un comando armado, será enterrado el viernes en Cap-Haitien, la capital del Departamento del Norte, vecino a su región natal.
La segunda ciudad de Haití despertó el jueves en calma. Sin embargo, la víspera se desataron enfrentamientos debido a la presencia en el lugar del director general de la policía nacional, Léon Charles.
El jefe policial fue abucheado cuando inspeccionaba los dispositivos de seguridad instalados para el funeral. No participó el jueves por la mañana en una misa de réquiem.
Los haitianos le reprochan que no haya sido capaz de proteger al presidente Moise, cuyo asesinato fue perpetrado en plena noche bajo la aparente pasividad de los agentes encargados de resguardar su domicilio.
Haití está azotado por la inseguridad y las pandillas, un flagelo que se agravó durante la presidencia de Moise.
Su muerte reavivó las tensiones históricas entre el norte de Haití y el oeste, donde está la capital, Puerto Príncipe. Entre otros factores, existe un viejo antagonismo entre los negros descendientes de esclavos del norte y los mestizos, también llamados mulatos, del sur y el oeste.
Los residentes del norte recuerdan que Moise es el quinto jefe de Estado originario de esa región que es asesinado en el oeste, luego de Jean-Jacques Dessalines, Cincinnatus Leconte, Vilbrun Guillaume Sam y Sylvain Salnave.
Esto dice mucho para la gente del norte. No es una casualidad. Para mí, el asesinato del presidente es el asesinato de Haití, de todos los negros como yo, de todos los hijos de paisanos, de todos los olvidados.