‘Extinción del libro, sólo falsa alarma’: Tomás Granados

Las ideas y reflexiones de Octavio Paz y Gabriel Zaid en torno al libro y la edición atraviesan el volumen Sin justificar. Apuntes de un editor, de Tomás Granados Salinas, quien reúne 46 ensayos que desafían la voz uniforme del mundo digital.

Para ser una especie en peligro de extinción, el libro goza de una salud envidiable. Así que los augurios trágicos que recurrentemente aparecen y que anticipan el acta de defunción del libro son emocionantes, pero mienten. Son falsas alarmas que quieren hacernos salir de la biblioteca a gran velocidad, y de preferencia de manera atropellada”, afirma en entrevista con un Diario de circulación nacional.

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En este volumen Granados también reúne ideas y anécdotas de autores como Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Robert Darnton, Juan García de Oteyza, y aborda temas como el archivo histórico del Fondo de Cultura Económica (FCE), las distintas formas de leer, el oficio de editar y su relación con los géneros literarios, tal como lo ha señalado Roberto Calasso, y señala el mayor reto del libro:

El peligro de extinción no amenaza al libro; al contrario, si algo debería preocupar a quienes escriben, editan, imprimen, comercializan y compran libros es el exceso de obras que cada año echan a andar por los equívocos caminos de la industria editorial”.

Para el autor, “es una bendición que haya tal abundancia, porque el mundo contemporáneo se caracteriza por su extrema individualidad y lo que ocurre con los lectores es que pueden ser cada vez más ellos mismos y descubrir cosas muy diversas, inesperadas”.

Y recuerda que hace poco más de medio siglo “la dificultad era conseguir las obras y ver cuáles valían la pena, porque había escasez. Hoy estamos en medio de una superabundancia y es un regalo del mundo contemporáneo; eso permite que cada lector se construya a sí mismo, probando la gran variedad de libros”.

¿Es el oficio del editor un género en sí mismo?, se le cuestiona a Granados. “Pues sí. Quizá hoy la idea de género literario está un poco trasnochada, pero existen microgéneros y, quizá, eso también existe con los lectores, es decir, ya no existe el lector de interés general, sino el de economía socialmente responsable. Entonces, ha ocurrido esa extrema parcialización que tiene riesgos, pero es mejor que el de la masa homogénea leyendo cosas semejantes”.

Y añade: “Lo interesante con esa idea de Calasso es que muestra algo que me parece importante del trabajo editorial: la creatividad subrogada, es decir, un editor es creativo a través de un tercero, gracias a lo que escribe alguien más, a lo que diseña, ilustra y traduce. Así que uno puede crear una pequeña obra propia, menor y subordinada a la principal, pero en ese esfuerzo con las palabras de otros hacer una frase propia”.

¿Por eso define usted la lectura como un acto múltiple? “Sí, porque estoy convencido de que la lectura se asemeja a un trabajo artístico en donde se requieren ciertas técnicas y cierto talento individual. Eso explica por qué dos personas leen de manera distinta, dado que cada quien posee su propia interpretación, sus lecturas y además otras experiencias. Así que no leemos igual y eso me parece fenomenal, porque es un reto personal cotidiano mejorar el acto de la lectura cada vez que entramos en un libro”.