- El mayor encuentro editorial en español concedió ayer su principal galardón al escritor mexicano, hijo de Efraín Huerta
GUADALAJARA.
En la antesala de sus 70 años, el poeta David Huerta (Ciudad de México, 1949) sigue viendo al mundo “con ojos muy frescos, nada resignados al deterioro”; afirma que “se ven las cosas con una larga experiencia, de una manera desencantada, pero aparecen luces constantemente”.
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Quien se alzó ayer con el 29 Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, dotado con 150 mil dólares, comentó en entrevista vía telefónica que “tengo muchas mañas, por un lado, pero también ciertos conocimientos y destrezas. A los verdaderos escritores nos cuesta mucho trabajo escribir”.
El también ensayista aclara que este premio “es una lección de humildad. El asunto consiste en no creérsela, pero lo recibo con una enorme gratitud y humildad. Es un honor, porque lo único que he hecho es escribir constante y continuamente a lo largo de toda mi vida”.
El vate mexicano destacó que la poesía tiene una importancia fundamental. “Andrew Schelling escribió que los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo. Es una verdad extraña. Pero a lo largo del tiempo, las cosas que recordamos de las comunidades, de las naciones, las recordamos gracias a los poetas.
“Las naciones tienen en los poetas su memoria y sus legisladores, las leyes que nos permiten reconocernos unos a los otros; lo que decimos, padecemos y gozamos, lo tenemos gracias a las palabras de los poetas”, agregó.
El jurado internacional integrado por Miguel Casado, Luz Elena Gutiérrez de Velasco, Aurelio Major, Anna Caballé Masforroll, Amelia Gamoneda y Anne-Marie Métailié decidió otorgar el Premio FIL de Literatura a Huerta, debido al “ímpetu, la ambición y la fraterna inteligencia” de su trayectoria poética, que “sitúan su obra en el centro de toda consideración crítica sobre la lírica hispanoamericana actual”.
“Su maestría, sumada a una indeclinable vocación cívica, se ha impuesto como un modelo para las siguientes promociones literarias, sobre todo a partir de la publicación de Incurable (1987), que se constituyó en un punto de inflexión necesario y ya convertido en cauce por el que han discurrido los más diversos caudales.
“Nunca conforme con sus hallazgos, ha continuado explorando otros lenguajes, otras formas únicas en sucesivos poemarios, que confirma los criterios que han fundamentado el veredicto del jurado”, se lee en el acta resolutiva, que se hizo pública ayer en Guadalajara.
Huerta habló también de México, al que ha dedicado parte de su obra, de la violencia que enfrenta. “Éste es un país en un quebranto continuo desde hace ya muchos años. Y, por desgracia, no vemos la luz al final del túnel. De modo que no hay razones inmediatas para el optimismo. Hay un despliegue de fuerzas policiacas y militares a lo largo del territorio que, por desgracia, en las fronteras se utilizan para maltratar a los migrantes.
“De modo que no vemos una solución ni a corto ni a mediano plazo. Esto es un motivo de zozobra constante y cotidiana para los mexicanos. Como un ciudadano que tiene un mínimo de sensibilidad, lo que ocurre en el país me produce una profunda tristeza y espero que esto se solucione de una manera diáfana y legal. El panorama no sé si es negro, pero sí de un gris profundo. Debemos estar atentos a lo que ocurre”, indicó.
POESÍA Y POLÍTICA
Para Huerta, en muchos sentidos, la poesía se opone a la política, pero también la continúa y la perfecciona. “La política ha sido el campo de batalla de intereses muy turbios. Me marcó el movimiento del 68 y no puedo separarme nunca de la política. Me gustaría presentarme como un miembro de la oposición, de izquierda, que tanta falta nos hace”, apuntó.
El hijo del también poeta Efraín Huerta (1914-1982) admitió que la poesía le llega por vía genética. “Además de las lecturas y la experiencia que uno va acumulando. Es un equilibrio difícil. Mi padre y yo somos muy diferentes, pero tengo muchos parecidos con él. Me enseñó mucho. Fue mi maestro, mi amigo, mi interlocutor”.
Dice que ha traducido menos de lo que quisiera, “porque traduzco con mucha lentitud e inseguridad. He traducido a poetas franceses e italianos. Yo creo que la traducción es lo contrario de la guerra, porque mientras la guerra divide y llena de sangre las relaciones entre las naciones, la traducción hace que los países de diferentes lenguas se entiendan, se comuniquen, a través de los libros”.
El autor de El ovillo y la brisa adelantó que planea seguir publicando poemas que tiene guardados en los cajones, “quiero vaciar mis cajones”. Y añadió que acaba de aparecer Los instrumentos de la pasión (Universidad de Querétaro), una recopilación desde los años 80, de poemas sobre la maternidad y la feminidad; y que está preparando Las hojas (Cataria), una compilación de ensayos dedicados a la poesía.
Finalmente, dio su opinión sobre el acontecer cultural actual del país. “Es una política titubeante y con errores que pudieron haberse evitado. Lo del Fonca ha sido muy desconcertante. Me gustaría que la secretaria de Cultura (Alejandra Frausto) tuviera más mando, más poder de decisión. A veces la veo un poco arrinconada con todo lo que sucede.
“Y los amagos de recortes presupuestales me parecen muy graves… Me parece escandaloso que no se apoye de manera decidida, a la creación artística y a la cultura en nuestro país”, concluyó.
Huerta recibirá el FIL de Literatura el próximo 30 de noviembre, en la inauguración de la 33 Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Este año se recibieron 107 propuestas, de 14 países, en las cuales estuvieron representados 76 escritores y seis idiomas: catalán, español, francés, italiano, portugués y gallego.