El viernes 16 de agosto se realizó una marcha de protesta organizada por colectivos femeninos, feministas y de mujeres, toda vez que cada uno tiene sus propias actitudes, objetivos y comportamientos. La tensión fue escalando dentro de la manifestación por la irrupción de un grupo de mujeres radicales, la versión femenina de los anarcos mexicanos que suelen meterse en protestas y estallar la violencia contra personas y negocios. El saldo fue una estación de policía quemada y el monumento El Angel de la Independencia llenado con pintas.
La policía fue incapaz de entender la lógica de la protesta y la dinámica de la violencia. A algún jefe policiaco se le ocurrió la genial idea de poner un primer frente de mujeres policías tomadas del brazo a la entrada de la estación policiaca incendiada y en realidad ese detalle escaló la protesta feminista. A lo largo de cuatro horas de tensión la protesta se desanimó por sí misma.
Las razones de la marcha fueron válidas: violaciones, abusos sexuales y sobre todo asesinatos de mujeres por su condición de género –tipificadas como feminicidios– llenan las estadísticas oficiales de seguridad (más bien: de inseguridad). Tres datos del periodo enero-julio de 2019 revelan el tamaño de la protesta:
29 mil 404 delitos contra la libertad y la seguridad sexual.
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9 mil 928 violaciones.
Y 540 feminicidios.
Dos datos adicionales: en México existe la Ley contra la violencia contra las mujeres y ahí se acredita el modelo de “Alerta de Género” que obliga a las autoridades a dar atención más precisa a las agresiones contra ellas. Ya existen alertas de género en alrededor de la mitad de estados de la república y compromisos gubernamentales en todo el país, pero el saldo sigue siendo negativo: las cifras de agresiones contra mujeres es compatible con el dato de que en enero-julio ocurrieron en México 1 millón 178 mil 600 delitos, entre ellos, 26 mil 29 homicidios y de éstos 17 mil 164 dolosos.
En este contexto, la violencia delincuencial contra las mujeres es parte de la crisis de seguridad del Estado mexicano. Y podría llevar a la conclusión de que la violencia femenina en la marcha del 16 de agosto fue apenas una mínima parte de la violencia contra ellas, con el dato de adicional de que la población total femenina en México es de 51.3% del total.
Y el otro dato para completar los enredos: la jefa de gobierno y la fiscal de Ciudad de México son mujeres y la secretaria de Gobernación federal encargada de la declaración de “alerta de género” también es mujer. Y a pesar de ello, la primera reacción de los gobiernos estatal y federal fue de condena a la violencia y el anuncio de que se abrirían expedientes judiciales contra las presuntas responsables; horas más tarde, las autoridades se percataron del error político cometido y retiraron sus amenazas.
México tiene una amplia gama de organizaciones feministas, femeninas y de mujeres, colectivos todos militantes con amplia movilidad social. Pero en la marcha del 16 de agosto apareció la versión femenina de los anarcos o anarquistas que estallan la violencia en marchas de cualquier tema. Las hoy anarcas presentaron organización de base, capacitación en el estallamiento de violencia, lenguaje agresivo para desmovilizar opositores, vestimenta para poder correr sin problemas y uso de pequeños dispositivos de gas pimienta que lanzaron a reporteros y policías.
La protesta abarcó menos de un kilómetro: de la popular estación de Metrobús en la famosa Glorieta Insurgentes hacia el poniente a la Calle de Florencia, de la zona de alto nivel adquisitivo conocida hace tiempo como Roza Rosa y hoy llega de antros delincuenciales de venta de droga. Y de ahí al Paseo de la Reforma en el Angel de la Independencia que todo el tiempo estuvo sin vigilancia, a pesar de que algunas activistas gritaban que tenían que ir a ese lugar. Sin oposición, las radicales llegaron al pie del Angel y lo llenaron de pintas, sin que ningún policía hubiera puesto pequeños muros de madera o de rejas que tienen para proteger oficinas públicas.
Lo que quedó claro fue que la protesta contra violaciones y asesinatos de mujeres ya es un motor de movilizaciones sociales en las calles, que las autoridades carecieron de respuesta concreta a las declaraciones de género y que el tema seguirá motivando movilizaciones de género.
Y fue paradójico que en el cambio de mesa directiva del Senado el presidente saliente Martí Batres Guadarrama (del gobernante lopezobradorista Morena) hizo todas las maniobras para mantenerse en el cargo anual, pero movilización política dentro de su partido logró una votación a favor de una mujer, Mónica Fernández Balboa, también de Morena, sólo que en medio de protestas políticas del macho saliente que se oponía al ascenso femenino.
Lo que quedó fue la alerta de que las mujeres seguirán protestando contra violaciones y feminicidios y lo harán con agresividad en las calles y que hay que esperar a partir de ahora que las anarcas le den el toque de violencia a veces necesario para obligar a las autoridades a atender el problema de agresión contra las mujeres por género.
Lo que no se sabe es lo que harán con el monumento del Angel de la Independencia todo pintado, porque al final de cuentas el Angel es mujer.
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