Llave china, su instrumento antes de matar

Con esta técnica, César desmayaba a los jóvenes homosexuales que contactaba para poder robarlos; una vez que desplumaba a las víctimas las asesinaba ahorcándolas antes que despertaran
César pisaba hasta el fondo el acelerador del auto Polo color arena que acababa de “adquirir”.
Parecía que la velocidad lo haría olvidar lo duro de las últimas semanas en las que su vida había dado una macabra vuelta de tuerca. Difícil era pensar hace un par de meses que César pudiera recorrer las calles del Estado de México en lujosos autos último modelo, pero su nueva forma de ganarse el pan daría para eso y mucho más.
Los centros comerciales del estado de México, de la zona de Cuautitlán Izcalli y Tlalnepantla, dejaron de ser meros lugares para ambicionar mercancías, para César Gutiérrez se habían convertido en un oscuro centro de operaciones donde constantemente buscaba un “cliente” para su nueva y lucrativa forma de ganarse la vida.
Aunque la apariencia de César no era la más atractiva, él se las ingeniaba para mostrarse y atraer jóvenes homosexuales que contactaba en diferentes plazas comerciales, a quienes les prometía pasar una tarde llena de diversión, placer y el descubrimiento de cosas que nunca habían imaginado antes.
César ofrecía sus servicios sexuales en diversos puntos del estado de México y el Distrito Federal, pero descubrió que en las plazas, los clientes eran más jóvenes, más ilusos y más adinerados.
Para Gutiérrez era muy fácil conectar a un interesado y convencerlo de alejarse de la multitud en busca de un lugar más íntimo donde compartir fantasías; pero la verdadera ilusión de César era la de tener mucho dinero y salir de una vez por todas de su miserable vida.