La poesía se termina en el momento en que triunfa el lector, considera el poeta uruguayo Eduardo Milán. En la tradición de habla hispana en Latinoamérica, la situación es todavía un poco peor, dice el también ensayista y crítico literario.
Cuando se refiere a los “Problemas de la poesía latinoamericana contemporánea”, como el nombre de la charla que impartió el sábado pasado en Casa Zuno, Eduardo Milán se refiere a los componentes problemáticos que forman parte de la identidad de la poesía, “lo que le da un cierto carácter de cosa real y no solamente de cosa mental”. El poeta vino a la ciudad a raíz de una invitación de la Dirección de Literatura y Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara.
“En parte es culpa de Octavio Paz, no porque no quisiera que hubiera crítica, sino porque no toleraba alguna crítica”, anunció. Milán le conoció bien, pues fue colaborador en la revista Vuelta, dirigida por el fallecido poeta mexicano.
“La crítica es un dispositivo sumamente dinámico que tiene que entrar en todos lados. Paz tenía una visión particular de lo que era la crítica, de un ‘hasta aquí de la crítica’.
Entonces hubo una política de casi un siglo de ausencia o de control de la crítica en Latinoamérica (…) una crítica limitada, del buen hacer, del ‘no te metas conmigo porque todo lo tomo a nivel personal’. Y no hay nada personal en una crítica”.
Por eso es que la poesía latinoamericana no aguanta mucha crítica, dice Milán. “Y eso genera una pluralidad de cosas que en algún momento se convierten en una confusión”.
No es que falten críticos literarios, lo que faltan son seres pensantes, aclara. “No se puede seguir haciendo arte creyendo que el arte no tiene nada que ver con el pensamiento. Es una trampa del siglo XX. Una trampa en la que los artistas del siglo XIX nunca cayeron”.
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