El hombre sabe que cambia a cada instante y que ese instante es irreversible. Atormentado por una sed de duración, por un anhelo de inmortalidad, busca el modo de verse fuera de sí, inmovilizado en el tiempo”, escribió el poeta Xavier Villaurrutia en su ensayo ”El rostro y el retrato”. El texto, que habla de ese deseo de trascender aún después de la muerte, es el hilo conductor de la exposición pictórica del mismo nombre que se inaugura este jueves 26 de junio en la Casa Iteso Clavijero.
A través de un diálogo entre el ensayo y la pintura, la idea es que los que asistan a admirar las 53 obras -en su mayoría de óleo sobre tela- que adornarán el recinto hasta octubre comprendan cómo un artista es capaz de saciar esta necesidad de inmortalidad, señala Gutierre Aceves, coordinador del recinto cultural y curador de la muestra.
”Esta galería de pintores (José María Estrada y Hermenegildo Bustos y otros anónimos) los elegimos con mucho cuidado para que fueran piezas representativas. Y el ensayo de Villaurrutia es un texto muy lúcido sobre qué es el retrato del modelo y el artista”.
Las pinturas de los siglos XVIII y XIX -pertenecientes a la colección Vázquez Noris (menos una)-fueron seleccionadas por Aceves porque dice que plantean el argumento de que una persona tiene que subordinarse al pintor para calmar esa ansia de eternidad, ”y finalmente si el retrato es tan extraordinario, el que trasciende a la inmortalidad es el pintor y no el modelo”.
Este punto es reforzado en el texto por Villaurrutia, ”…no es el modelo el que habrá logrado su deseo sino el artista que ha alcanzado el idéntico al suyo, puesto que con raras excepciones, no son el nombre ni el espíritu del retratado sino los del artista los que sobreviven”.
La museografía de la exhibición, realizada por Rubén Páez, incluye dos pantallas. En una se muestra el texto completo del poeta, y la otra es una presentación de autorretratos del siglo XVI al XIX, ”son de europeos y mexicanos que ilustran una de las partes esenciales del ensayo de Villaurrutia del autorretrato”, indica el también promotor cultural.
Asimismo, puntualiza que el complemento de la muestra será la conferencia inaugural que impartirán el doctor Alfonso Alfaro y el presbístero Tomás de Híjar acerca de el retrato novohispano y la pintura decimonónica, que tendrá lugar el jueves 26 de junio a las 20:00 horas, en la Casa Iteso Clavijero, en José Guadalupe Zuno 2083, Colonia Americana.
La fuerza del retrato y sus motivaciones a través del tiempo
La ventaja que tiene el retrato pictórico sobre la fotografía, es que el modelo queda a merced del artista que si tiene el talento y la capacidad de extraer el fondo de la persona no se limita a copiar sus rasgos, sino a estudiarlo por dentro, de modo que por encima del parecido está el carácter, resalta Tomás de Híjar, especialista de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO).
”Sigue siendo importante porque ni siquiera la fotografía consigue lo que el artista al apoderarse del interior de la persona, y desde luego al mezclar él mismo su propia subjetividad”, subraya.
Híjar, quién será uno de los ponentes de la conferencia de mañana, explica la motivación de los artistas para hacer retratos en dos momentos que abarca la exhibición ”El rostro y el cuerpo, anhelo de inmortalidad”: el siglo XVIII y el XIX.
”El siglo XVII es la necesidad de una sociedad ilustrada de mantener la efigie de sus prohombres, la gente de gobierno, el civil y el eclesiástico. Una proyección social plasmada de forma plástica por los artistas de este tiempo ceñidos a los criterios de su época”. Mientras que el otro periodo es el de la burguesía -destaca el presbístero- donde las clases sociales que han alcanzado prestigio por su esfuerzo y trabajo van a querer mantener su imagen a través de retratos, ”surgen escuelas locales donde se van a esforzar por satisfacer las demandas de una sociedad que pide menos imágenes de santos y más de personas vivas.
El retrato marca y mide el proceso de secularización de la sociedad en el siglo XIX”. El especialista añade que el ensayo de Xavier Villaurrutia juega con la paradoja y la ironía del afán de perpetuarse de los retratados, ”rescata la ironía que hizo Oscar Wilde cuando escribió El retrato de Dorian Grey, y eso también se trató de unificar en la curaduría de Rubén Páez”.
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