Columna Animal

PLAZAS VACIAS

La verdad es que yo no debería criticar a los aficionados a la tauromaquia porque en mi época de total inconciencia fui parte de ellos. En mi defensa puedo decir que antes, en esos mis tiempos de adolescencia, no se oían muchas voces que se opusieran a esa barbarie medieval, no había prácticamente movimientos por la abolición, y para mí nunca fue visible la evidente realidad de la mal llamada más bella de las fiestas. Una realidad donde el animal es cruelmente torturado, tiene miedo (más bien terror), y no quiere morir. Y donde aunque parezca extraño hasta la presencia de la sangre que brota a borbotones del cuerpo lacerado se ve como algo trivializado, como algo que imparte color de la misma forma que lo haría el traje del torero o su capote, y la verdad es que ni siquiera piensa uno en el dolor de ese ser sintiente que sufre lo indecible para divertir a unos cuantos.
Pero ahora, la lucha contra esta barbarie es del dominio público, y los activistas hacen ver una y otra vez lo terrible de convertir a un hermoso ser en un despojo agujereado y sangrante, todo con la finalidad de divertir a un grupo cada vez menor de personas que disfrutan con esta vergüenza anquilosada, más hermanada con los actos de fe o las peleas de gladiadores y las matanzas de cristianos en el Coliseo Romano. De una tradición que ya ni en la misma España es aceptada por la mayoría de la población.
La realidad española: plazas sin llenarse, menos festejos, y aun así es muy lamentable que con el afán de divertir, un animal siga siendo torturado, sobre todo gracias a los recursos que ayuntamientos, o la misma Comunidad Europea, proporcionan para mantener con oxígeno el cuerpo agonizante de la tauromaquia. En ese sentido, quisiera expresar por este medio mi agradecimiento y mi admiración por todos aquellos activistas, desafortunadamente aún muy pocos, pero no por ellos menos valiosos, que se manifiestan contra esta violencia gratuita que son las corridas de toros y las fiestas populares con tortura de animales.
Hoy leía de un hombre que había sido brutalmente golpeado en Valencia por comentar que los “Bous al Carrer” de esa comunidad, le parecían violentos. Igualmente leía el relato de una valerosa amiga de Málaga, que con otra compañera fue a plantarse enfrente de la plaza donde se estaba llevando a cabo uno de estos espectáculos sangrientos. Cómo las maltrataban verbalmente, y como hasta tuvieron que ponerles policía de guardia para cuidarlas de agresiones.
Este martes, en un taller sobre Derecho Animal en la Universidad de Buenos Aires, la ponente mencionó lo siguiente: “Cuesta trabajo creerlo, pero hay países, como España y México, donde aún se permiten las corridas de toros” (Argentina las abolió en 1891). Sí, no es para sentirse orgulloso vivir todavía codo a codo con los resabios de una época obscura. GS

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