La pedagogía de la paz de Francisco

El pasado 8 de junio, el papa Francisco celebró, con el presidente de Israel y de la Autoridad Palestina, Shimon Peres y Mahmoud Abbas, un acto tan inusual como necesario: en los jardines del Vaticano, los dos políticos y el obispo de Roma, junto con otras personalidades, como el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, se reunieron para sembrar un árbol y orar por la paz en Medio Oriente. La cumbre convocada por el papa Bergoglio, luego de su viaje a Tierra Santa, es muy importante, pues la estrategia de negociación de la paz conducida por el jefe de la diplomacia estadunidense, John Kerry, está prácticamente agotada.
Y no es que Francisco haya resuelto ya el conflicto, sería aventurado decir eso. Peres acudió al Vaticano en uno de sus últimos actos como presidente de Israel, pues será relevado muy pronto por Reuven Rivlin. Abbas preside un gobierno interino muy frágil, tanto por la presencia de radicales que han jurado no descansar hasta erradicar al Estado de Israel como por la influencia de los grupos islamistas más radicales en Egipto y otros países de la región.
Francisco propone una pedagogía que demuestra la posibilidad de dialogar y colaborar de manera conjunta para lograr un objetivo común que, puede ser difícil, pero es más necesario que nunca. Es relevante no sólo por el conflicto Israel-Palestina, también por factores más recientes: la llamada “primavera de la Jihad” en Irak, encabezada por ISIS (Estado Islámico en Irak y Siria, por sus siglas en inglés) que robó 425 millones de dólares el jueves 12; la crisis humanitaria que se vive por los conflictos políticos internos en Líbano y Siria; la cuestión kurda, que podría llevar a la creación de un nuevo Estado con territorio de Turquía e Irak y los efectos que estos fenómenos generan en Jordania.
La lista de factores del conflicto en Medio Oriente es muy extensa, pero eso no es lo importante, sino apreciar la pedagogía de la paz que Francisco propone, que implica, por una parte, convocar a la paz y acompañar este llamado con un gesto como plantar un árbol. La explicación de lo que se requiere para construir la paz expresa la fuerza de este gesto:
“Para conseguir la paz —dijo Francisco— se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no al doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo”.
Valor, diálogo, negociación, sinceridad y respeto a la palabra, se convierten en los pilares que pueden contribuir a revitalizar un proceso que involucra a todo el Medio Oriente, desde Estambul hasta Teherán, e incluso más allá, a Afganistán y los estados de mayoría musulmana en India, pero que involucra también a Europa en momentos en que el anti-semitismo vuelve a ser un peligro para ella, como lo demuestran los atentados del 24 de mayo en Bruselas y las elecciones del Europarlamento, sin olvidar la inestabilidad que genera Vladimir Putin. Una oración no resuelve estos problemas, pero —si los políticos y los dirigentes religiosos de Medio Oriente se lo proponen, si se comprometen a construir la paz— podría ser el inicio de una solución. El gesto de Francisco es una esperanza para un mundo desanimado que no cree en discursos, pero necesita signos concretos en dirección de la paz verdadera.
Una buena y una mala
La buena, es que los presidentes municipales, los síndicos y regidores, además de los gobernadores y muchos otros funcionarios de los gobiernos estatales y municipales, podrán ser sancionados por el desvío de recursos que el gobierno federal les entregue y no sean destinados a los programas o acciones para los que habían sido autorizados. Parece absurdo que eso sea una noticia en un país con tantas carencias, pero tuvieron que acumularse varias reformas, como la que despojó del fuero y la inmunidad judicial que acompañaba a todos los funcionarios electos y buena parte de los altos funcionarios federales, estatales e incluso municipales designados. La mala, es que muchos de los esfuerzos que se realizan tanto en el ámbito federal, como el estatal y municipal en materia de combate a la pobreza siguen aún atrapados en la lógica de la contención. En unas semanas se celebrará un aniversario más del inicio de la Cruzada Nacional contra el Hambre y las cifras siguen siendo desalentadoras. Es cierto, han mejorado las condiciones de vida de algunas poblaciones, pero la realidad es que donde se aplica el programa no se está yendo al fondo: “no sólo de pan vive el hombre”. Falta cambiar la mentalidad para que cada quien se haga responsable de sí mismo. En Veracruz, hay comunidades en donde sólo cultivan sus propias parcelas si les pagan.
En estados como Guerrero, donde a la ancestral miseria se sumaron los efectos del huracán Manuel, los resultados del programa son magros. No se quiebran los procesos que generan la pobreza extrema en los municipios de la sierra o las costas guerrerenses. La responsabilidad no es sólo de las autoridades federales. En la Cumbre Ciudadana que se celebró recientemente en Puebla, una de las conclusiones fue que entre los estados que menos favorecen la participación ciudadana se encuentra Guerrero.

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