Por Francisco Rodriguez
A inicios de 2011 le platicaba aquí de uno de los más recurrentes fenómenos que se dan entre los trabajadores de los medios de comunicación y que no es otro que el de la invención, prácticamente desde la nada, de héroes y heroínas epónimos… que, para su desgracia, ni hacen época ni tienen calles, pueblos o ciudades que lleven sus nombres.
¿Quién no recuerda, por ejemplo, el sonadísimo caso de la ahora ex perredista Ruth Zavaleta, a quien se ensalzaba a niveles de “la mejor política que ha dado México en las últimas décadas” y otras zarandajas por el mismo estilo? Desapareció tras su presidencia cameral. Ni fue una destacada legisladora —apenas una buena lectora de las tarjetas que para actuar como presidenta de los debates camerales le preparaban la legendaria María Elena y el joven hijo del mítico señor Azcoitia— ni llegó a la candidatura al gobierno de Guerrero. Nada. Se redujo a su verdadera dimensión. Nada.
Los medios “inflan” egos a conveniencia. Es claro que en el caso de la señora Zavaleta, de quien se dice es en realidad oriunda de Nicaragua, de lo que se trataba era de ponerle polvos de hornear a su disputa con Andrés Manuel López Obrador, a quien ciertos periodistas “odian”, sólo porque el tabasqueño es odiado por el oficialismo. A conveniencia, pues.
Sucede con frecuencia en la política y, más recientemente, en las traídas y llevadas áreas de seguridad.
Por una frase espetada ante los poderosos en turno encabezados por Felipe Calderón —aquella de “si no pueden, renuncien”—, hubo quienes proponían al empresario Martí como candidato presidencial, cuando según los enterados todo lo que deseaba el padre del jovencito secuestrado y asesinado era que el SAT le diera el mismo trato que brindó a Roberto Hernández cuando vendió Banamex a través de la Bolsa: que no le cobraran impuestos por el traspaso de sus negocios a la familia Harp Helú.
Empero, la más “inflada” de todos —incluso por las dizque autoridades— ha sido la señora Isabel Miranda de Wallace.
Gracias a los medios, y a la fallida Administración calderdonista que la premió por supuestamente hacer la tarea que a la PGR y a la SSPF correspondía, ella dicta cátedra en materia de seguridad pública, regaña al cuerpo social y dictamina hasta dónde llegan las investigaciones en torno al supuesto descuartizamiento de su vástago.
POCO CONFIABLE
Otro problema de los medios en nuestro país es la superficialidad. Pocos o, de plano, nadie va al fondo de los asuntos. Pocos, muy pocos, han cuestionado que en el caso de la misteriosa desaparición del hijo de nuestra heroína (sic) ya haya procesados y encarcelados, sin que nunca se haya encontrado el supuesto cadáver. Versiones corren que mueven a risa. Como ese de que el cuerpo fue cortado en trocitos y lanzado al excusado de un departamento de interés social, cuando cualquiera que habita en uno de ellos sabe que con el simple papel higiénico las tuberías se colapsan.
Nadie, excepto Anabel Hernández, esa estupenda e incansable periodista que hoy es blanco de no pocos colegas que le envidian su valor e independencia… entre otras cosas.
La Wallace es esforzada. Empeñosa. Sabe moverse entre publicistas, delincuentes y policías. Y quiero pensar que mentes perversas se han venido aprovechando de esas sus cualidades para usarla cual correa de transmisión de sus mensajes.
No sé a usted, pero a este escribidor muchas veces le da la impresión de que, al igual que en su momento otra pasajera, muy temporal, heroína epónima —me refiero ahora al vergonzoso caso de la señora Morera, también ya desaparecida de los medios, tras evidenciarse que su hijo estaba en la nómina del impresentable Genaro García Luna— está bajo contrato de alguna dependencia federal.
Porque son más las ocasiones que la señora Wallace exculpa a las autoridades que las que las señala cual responsables de brindar seguridad a los contribuyentes. Ahí está cual ejemplo su intervención en los reeditados Diálogos por la Seguridad y bla, bla, bla, en la que pareciera haber dicho que es la propia sociedad la culpable del baño de sangre en prácticamente todo el país, por “tirarse al piso”, por victimizarse.
Pero se le tolera. Es la heroína muy conocida de moda.
Y sí, claro, ante su mísera orfandad de liderazgos, el PAN recurrió a ella para hacer el ridículo en las elecciones capitalinas del 2012.
Todo esto, claro, hasta que en los medios se empiece a “inflar” otro ego, tan infame como el de la Wallace quien, simplemente, se esfumará. ¿A poco no?
Índice Flamígero: Y no supo como acomodar sus pronósticos la «lideresa social» (¡valgame Dios!) Isabel Miranda de Wallace. Bastaron sólo dos días para que se desdijera en relación a que Renato Sales, el hijo, sin oficinas, facultades, empleados, ni presupuesto, había logrado bajar el delito de secuestro en el país en sólo tres meses, en un gran porcentaje. Ya dijo la Wallace todo lo contrario: que se han incrementado los índices de este delito y que en la Comisión Nacional Antisecuestros ya no saben ni pa’ donde jalar, pues no hay ayuda, no hay dirección, ritmo ni rumbo. Que Renato está perdido. Que ella condicionó su participación en ese engendro, a siempre «decir su verdad». Eso pasa por andar haciéndoles caso a los oportunistas, a las madres de mayo locales que quieren al mismo tiempo seguir siendo candidatas perdedoras, pero no pierden ocasión para ganar cabezas y líneas ágata. Seriedad, Renato, hijo. Serenidad. Ya no la mande a hacer declaraciones. No es confiable.