Empecinado en sus pequeñas batallas, no terminan por cuajar en una organización fuerte, poderosa, unívoca con cuya oferta podrían aglutinar todo el descontento nacional en torno suyo y lanzarse a una verdadera conquista del poder.
“Cangrejos, al combate, cangrejos, a compás; un paso pa’ delante, doscientos para atrás…”.
Así dice la letra satírica de don Guillermo Prieto. Obviamente se refería a otros asuntos propios de las batallas liberales de los mexicanos del siglo XIX, pero a la luz de los hechos recientes bien se le pueden aplicar esas formas de marcha a los hombres de la izquierda mexicana.
Crustáceos de la política, les podríamos decir. Empecinado en sus pequeñas batallas, no terminan por cuajar en una organización fuerte, poderosa, unívoca con cuya oferta podrían aglutinar todo el descontento nacional en torno suyo y lanzarse a una verdadera conquista del poder. Pero no, los tiquismiquis los abruman. Su condición tribal los empequeñece y el resultado final es desastroso. Han perdido al hilo cinco elecciones presidenciales.
Y hoy, cuando podrían ofrecer de verdad la gran batalla en defensa de su legado histórico, los hombres de la izquierda se trenzan en una pelea sin sentido. Y digo sin sentido porque no hay una buena batalla si no se sabe cuál es la finalidad de emprender la aventura.
Hace unos días el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, sobre cuya honestidad intelectual no hay dudas en este país, le reclamó a Andrés López la formación del Morena. Le censuró ese afán casi individual, caudillista y por lo visto hasta con tufo de aristocracia hereditaria (cuando “se enfermó” dejó a su hijo como voz e imagen del movimiento) en lugar de haberse sumado con toda su fuerza y significado nacional a la lucha por la defensa del petróleo, entre otras cosas contenidas en la reforma energética.
López respondió con mentiras: Si se fue del Partido de la Revolución Democrática, el cual alguna vez presidió (y se vio obligado a constituir un nuevo partido sin transas), fue por el entreguismo, el “pactismo” de sus actuales dirigentes con Enrique Peña Nieto, o cual es falso de toda falsedad. Esta bien, si como pelotero Andrés se quiere robar las bases, puede hacerlo –si le dan las piernas para esa carrera veloz—, pero no debería tratar de robarse la verdad histórica.
El Pacto por México nació varios meses después de la constitución del Movimiento de Renovación Nacional. Está bien hacerse, pero no querer hacernos a todos. El Tío Lolo murió hace muchos años.
“EL LÍDER NACIONAL del PRD, Jesús Zambrano, le refrescó ayer la memoria a Andrés Manuel López Obrador. Zambrano dijo en Morelos que AMLO dejó el partido cuatro meses antes de la firma del Pacto por México, por lo que puso en duda el argumento del tabasqueño de que él salió del PRD por la participación de los dirigentes en dicho pacto”.
“Incluso, en el propio CEN perredista señalan que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) de López Obrador comenzó a ser formado desde principios de 2012, cuando ni siquiera iniciaban las campañas presidenciales (BR)”.
—Pero esa izquierda nunca se equivoca, ni siquiera cuando miente. Y Andrés miente. No se fue del PRD por la entrega de sus banderas a otra organización política o al gobierno; se fue para tener un mando personal, único y patriarcal de una organización política, desde la cual podrá operar (si logra el registro y lo conserva) cargos en el Congreso y administrar decenas de millones de dólares al año.
Quizá el “infarto” fue un buen negocio.
La “Fifocracia”, gobierno por unos días
La FIFA, esa poderosa y omnipotente organización erigida en torno de pelotas y estadios, historias de infinita corrupción y abuso, coordinadora del moderno mercado de gladiadores en calzoncillos, se convierte por un lapso en la verdadera reina del mundo. Mientras los más ociosos pensadores del mundo contemporáneo se devanan la sesera en torno del anacronismo monárquico en el mundo y la discusión se ubica entre la nostalgia y el respeto por las tradiciones o la irrupción al mundo de la plena igualdad entre los humanos, durante algunos días la FIFA; esa poderosa y omnipotente organización erigida en torno de pelotas y estadios, historias de infinita corrupción y abuso, coordinadora del moderno mercado de gladiadores en calzoncillos, se convierte por un lapso en la verdadera reina del mundo. En torno de sus fantasías se adhieren los mensajes de los poderes mundiales, ya sea del Vaticano a México o de España a Brasil. El discurso de la FIFA en torno, por ejemplo, del racismo, contra los vándalos en los estadios cuyos gritos imitan los gritos de los mandriles cuando un africano lleva el balón, se convierte en políticas de gobierno, como en Brasil.
En ese país, donde la inconformidad y la pobreza avanzan de la mano, la presidenta Rousseff no halla más inspiración sino el futbol y escribe un lamentable artículo de prensa en el cual se advierte el triunfo del comunismo: puros lugares comunes.
“La “Copa de las copas”, como cariñosamente la bautizamos —dice—, será también la Copa por la paz y contra el racismo, la Copa por la inclusión y contra todas las formas de prejuicio, la Copa de la tolerancia, del diálogo, del entendimiento y de la sustentabilidad (¿?).
“Organizar la Copa de las Copas es motivo de orgullo para los brasileños. Fuera y dentro de la cancha, estaremos unidos y dedicados a ofrecer un gran espectáculo. Durante un mes, los visitantes que estén en nuestro país podrán constatar que Brasil vive hoy una democracia madura y próspera.
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