Exige a Aguirre que su esposo regrese a casa

Mientras el gobernador de Guererro, Ángel Aguirre, daba su informe sobre los avances de gobierno en el auditorio “Sentimientos de la Nación”, Patricia González, con seis meses de embarazo, gritaba afuera que le devolvieran a su esposo.

Hacía cuatro días que el promotor de Liconsa, Carlos López, se había despedido de ella, en su casa en la colonia Independencia, y no sabían nada. Él, junto con otros tres trabajadores, había subido a la sierra de Coyuca de Benítez para entregar leche.

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A Paty, sus hermanas le dijeron que esa era la oportunidad para que la escucharan. Lo único que habían sabido de él, según lo que le comentaron en la oficina, fue que la última lechería que visitaron —el 24 de abril pasado—, fue en la comunidad de “Las Compuertas”. Así que ella y su familia decidieron trasladarse a Chilpancingo y hablar con el gobernador, pero no se les permitió pasar.

“Fue demasiado para mí, me desesperé y comencé a gritar”, comenta mientras sostiene con fuerza la foto de Carlos, sentada en el sillón de la casa de una de sus hermanas.

Desde el viernes, Patricia supo que algo andaba mal. Carlos siempre se reportaba con ella si las cosas se complicaban en la ruta y no podía volver a la casa. El arquitecto de 47 años acababa de entrar a trabajar a Liconsa. Fue contratado en la emergencia del pasado septiembre por los ciclones Ingrid y Manuel, y aunque la paga era de 6 mil pesos al mes aceptó porque “los empleos aquí en el municipio han bajado mucho”, cuenta su esposa.

El 23 de abril le indicaron a Carlos que los beneficiarios ya no estaban consumiendo la leche y se le pidió que acompañara a la gente de Diconsa para repartir al menos un litro por familia, comenzando por el poblado de Aguas Blancas.

Un día después, Carlos se despidió de su esposa y de su hija, como lo hacía siempre. Llevaba pantalón de mezclilla, una camisa café a cuadros y su camiseta roja con la leyenda “Cruzada Nacional contra el Hambre” que la Sedesol le había entregado para su labor.

“Como promotor social esa era su función, subir a las comunidades, pero también le tocaba llevar despensas, levantaba encuestas para saber quiénes eran las familias de escasos recursos en el estado”, cuenta Paty.

Carlos conocía de caminos difíciles. Durante ocho años trabajó en Protección Civil, pero con el cambio de administración se quedó sin empleo. Con una hija de 2 años tuvo que aceptar el puesto de promotor social.

Sin saber nada

El domingo, tres días después del último contacto con los trabajadores, la gente de la oficina de Liconsa se reunió para saber qué había pasado. A Patricia nadie la invitó, pero fue de todas formas. El jefe de Carlos, Javier Hernández, le dijo que habían sabido de ellos el día jueves, que el viernes habían encontrado la camioneta pick up blanca, con el rótulo de Sedesol, en otro poblado sin signos de violencia, pero era la última información que tenían. De los trabajadores Carlos, Gustavo Abarca y Héctor López no sabían nada.

La familia de Gustavo fue quien le dijo a Patricia que las autoridades no estaban ayudando, que era el padre de Gustavo quien había estado subiendo a la montaña para buscarlos desde el mismo jueves que pensaron que tal vez habían tenido algún accidente en la carretera. Gente de Coyuca de Benítez que conoce la montaña.

“Cuando el personal del gobernador nos recibió, después de que estuvimos en la plaza, fue cuando nos prometieron que la búsqueda se iba a intensificar con elementos de la Marina y el Ejército; yo me acerqué al gobernador cuando supe que nadie los estaba buscando, me empecé a desesperar”, comenta la esposa de Carlos.

La familia de Patricia son quienes la están apoyando. Le esconden los periódicos locales, porque cada vez que encuentran cadáveres se especula que son de ellos. El martes pasado, las autoridades informaron que habían hallado los cuerpos de los trabajadores en una fosa común, pero los familiares de Carlos, Héctor y Gustavo no creen que sean en realidad ellos.

Tres días antes de que encontraran los cadáveres se le pidió a la familia de Gustavo que no subieran a la sierra por “motivos de seguridad”. El miércoles pasado les permitieron ver los restos, pero ellos no reconocieron las dentaduras. Esperan los resultados de las pruebas de ADN, con escepticismo.

“Nosotros sólo pedimos la intervención de Rosario Robles, porque ella debe tener conocimiento, queremos que el caso se resuelva. Le suplicamos a la secretaria que nos apoye, porque nos ha cambiado la vida”, indica Paty.

Cuenta que desde que desapareció su esposo no ha tenido un momento de tranquilidad. Unos días después de gritar en la plaza tuvo una amenaza de parto prematuro y se atendió en un hospital privado, que pagó por su cuenta, porque no ha recibido ya el sueldo de su marido. Dice que no sabe qué decirle a su pequeña Carla, cuando le pregunta por su papá. Pero Paty sueña con él todas las noches, que regresa a su casa, como le dijo que lo haría el último jueves que lo vio salir por la puerta.