Si algo ha dejado Michelle Obama claro en sus más de cinco años como primera dama, es que le gusta vestir a la moda. Su guardarropa es tema de eterna fascinación pública, pero desde hace un tiempo se está gestando una interrogante: ¿quién paga por sus increíbles atuendos?
No es un asunto pequeño. A la señora Obama le gusta mezclar la alta costura con la ropa cotidiana, prendas de confección con creaciones hechas a la medida por los más grandes diseñadores, cuyos vestidos pueden llegar costar montos de cinco dígitos.
En semanas recientes, deslumbró con un vestido verde de Naeem Khan en la inauguración de una nueva galería del traje en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York; brilló en un traje plateado de Marchesa en la Cena de la Asociación de Corresponsales en la Casa Blanca; y su vestido de flores para el té del Día de las Madres (reciclado de un evento previo) no pudo ser más apropiado.
Se requiere de dinero para lucir así un evento tras otro. Sólo esos tres vestidos podrían sumar más de 15 mil dólares, sin mencionar accesorios como zapatos y joyería.
¿Son los contribuyentes los que pagan la cuenta? No (pese a lo que dicen los críticos).
¿Es la señora Obama? Por lo general sí, aunque no siempre.
¿Paga el precio de etiqueta? Probablemente no.
¿Alguna vez usa un vestido de diseñador prestado? No.
La financiación del guardarropa de la primera dama es algo de lo que la Casa Blanca se rehúsa a hablar. Es un asunto que ha importunado a los presidentes y sus esposas por siglos. El mundo espera que las primeras damas vistan bien, pero el trabajo no incluye un estipendio o salario para ropa.
Mary Todd Lincoln acumuló decenas de miles de dólares en cuentas de ropa y consideró vender estiércol de los terrenos de la Casa Blanca para pagarlas, según la Biblioteca Nacional de las Primeras Damas.
El suegro de Jacqueline Kennedy tuvo que financiar su vestuario para evitar que éste se convirtiera en una responsabilidad política del presidente John Kennedy. Nancy Reagan fue criticada por usar trajes de diseñador prestados que no siempre devolvió o que reportó como obsequios.
Usar vestidos donados representa un cambio en relación con las prácticas de la administración de George W. Bush. Anita McBride, jefa de gabinete de Laura Bush mientras ésta fue primera dama, dijo que la señora Bush pagaba por toda su ropa, incluidos los vestidos que usó en dos juramentaciones: un traje rojo bordado de cristales del diseñador texano Michael Faircloth y una creación plateada con azul de Oscar de la Renta.
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