Indicador Político

Por Carlos Ramírez

Al estallar el alzamiento guerrillero zapatista la madrugada del primero de enero de 1994 —“disculpen las molestias, esto es una revolución”—, el carismático subcomandante Marcos definió los objetivos de su movilización como parte de una ruptura revolucionaria: desconocer al gobierno, obligarlo a renunciar, nombrar gobierno provisional e instaurar una junta autogestionaria.
Si bien las bases eran indígenas, las banderas originales formaban parte de la caracterización castrista de los sobrevivientes del grupo guerrillero urbano Frente de Liberación Nacional aplastado después del 68 en el DF. A mediados de los ochenta, Marcos aterrizó en Chiapas y organizó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La configuración fue clara: élites urbanas y bases indígenas, agenda política nacional.
La correspondencia con el movimiento 26 de julio de Fidel Castro era parte de las definiciones políticas de la guerrilla urbana nacida en México después de la derrota del movimiento estudiantil de 1968: grupos guerrilleros en las ciudades, consignas revolucionarias, derrocamiento del gobierno burgués, instauración de un gobierno socialista, secuestros, bombazos y asaltos de bancos. Derrotada en las ciudades, la guerrilla se trasladó simbólicamente a las montañas.
El alzamiento del EZLN fue incomprendido —lo reveló el editorial de La Jornada del 2 de enero— pero el carisma del líder con pasamontañas le dio un giro mediático al acontecimiento. Pero a ese nuevo ambiente contribuyó el cambio político provocado por el salinismo: un modelo de ajuste económico neoliberal y un tratado comercial con los Estados Unidos y Canadá, con una apertura comercial que implicó de origen una internacionalización del México escondido detrás del Muro de Nopal. Luego del 68, una nueva represión masiva impediría la intención salinista de globalizar a México.
El alzamiento fue contenido en dos tiempos:
—El 2 de enero ocurrió la sangrienta batalla en el mercado de Ocosingo
—Entre el 6 y 12 de enero, la sociedad pide paz, el gobierno de Salinas declara el cese unilateral del fuego y manda a Camacho a negociar la paz.
En pocos días el ejército derrota militarmente al EZLN y lo arrincona en Chiapas, impidiendo, como decía la Primera Declaración de la Selva Lacandona, avanzar hacia la ciudad de México y lograr el alzamiento nacional. Marcos no fue Madero ni Castro.
El movimiento zapatista tuvo cinco fases:
1.- La revolución nacional y la instauración de un gobierno socialista.
2.- La negociación de la paz con una agenda presupuestal indígena y local y sacando de la mesa la renuncia de Salinas.
3.- La convocatoria a una convención nacional democrática en agosto de 1994 para construir un frente por las democracia pero sin partido y basado en un anarquismo organizacional.
4.- Negociación de los Acuerdos de San Andrés Larrainzar, oficializados en el congreso pero sin autonomía indígena ni naciones indias.
5.- Instalación de juntas de buen gobierno en municipios controlados por el EZLN como organismo político, pero sin autonomía judicial ni política.
En medio de estos tiempos políticos, Marcos buscó construir un movimiento intergaláctico contra el neoliberalismo, partiendo de una exacta interpretación de la crisis económica y el fin del ciclo capitalista. De acuerdo con una contabilidad que hizo el periódico El Mundo de España, de 1994 al 2011 se registraron ocho crisis internacionales. Y ante la más grave de 2008 con sus repercusiones en España, Portugal, Grecia e Italia, el neoliberalismo se reinstaló sin alternativas sociales y las protestas volvieron a perder en las urnas en la elección del parlamento europeo del domingo 25 de mayo de este año de 2014.
De agosto de 1994 a mayo de 2014, Marcos operó en un doble carril: el de las declaraciones de la Selva Lacandona donde fijó su método de análisis de la realidad y su propuesta de opciones revolucionarias retóricas y sus cartas juguetonas con posdatas sin sentido real y poca seriedad. En el 2009 Marcos pasó a retiro y castigó sin su presencia el aniversario veinte del alzamiento de enero de 1994. Sólo reapareció la semana en el homenaje al profesor Galeano asesinado a comienzos de mayo de este año para anunciar su retiro y su resurrección como subcomandante Galeano enterrando a Marcos.El EZLN fue un detonador del agotamiento del viejo régimen autoritario, pero su valor político se dio justamente como grupo de presión política y no como guerrilla armada. Durante veinte años, como el Scherezada de Las mil y una noches, Marcos participaba en política presente o ausente, pero a lo largo de dos décadas fue incapaz de construir una opción política. En 1994 se negó a pactar con el PRD y el PRI ganó, luego volvió a negar cualquier negociación con el PRD y en el 2000 México instaló la transición con la alternancia hacia el PAN y en el 2006 y el 2012 ya ni siquiera se preocupó por las elecciones y primero volvió a ganar el PAN y luego el PRI regresó a la presidencia.
Si el EZLN nació para la ruptura política revolucionaria, Marcos no pudo o simplemente no se le dio su regalada gana convertir su movimiento guerrillero indígena en un motor del cambio político democrático. Se negó a ser partido político aunque permitió la creación del Frente Zapatista de Liberación Nacional y luego lo congeló para actividades políticas. En 1996 se plantó en la agenda indígena pero no para todos sino sólo para sus seguidores aflojando la presión sobre el gobierno en materia de iniciativas sociales y presupuestales para favorecer al 16% de población indígena nacional.
Y si creó las juntas de buen gobierno, nada hizo Marcos para promoverlas como forma de organización comunitaria indígena; ciertamente que las zonas urbanas son ajenas a las tradiciones sociales y de organización comunitarias de los indígenas, pero tampoco hubo algún esfuerzo de Marcos para teorizar sobre las formas de gobierno social.
Después del 2000, Marcos se retrotrajo a Chiapas, saliendo y entrando, jugando con su figura, redactando cartas divertidas pero insulsas, inventando a Durito como alter ego sanchopanciano, ya sin intentar influir en la vida nacional, compró dos pleitos que carecieron de vinculación social real —la huelga en la UNAM 1999-2000 y la crisis en Atenco en el 2006— y, en fin, pululando sin sentido político por la realidad y los medios.
La Sexta (y última, hasta ahora) Declaración de la Selva Lacandona de junio del 2005, entre toda su verborrea, más o menos dejó entrever la posibilidad de una organización socialista contra la crisis del capitalismo, pero de nueva cuenta Marcos pasó a un retiro, salió un poco en el 2009 y volvió a retirarse. En mayo del 2014 salió de su retiro para anunciar su retiro, su disolvencia o su autodesaparición en la bruma de los fríos amaneceres húmedos de San Cristóbal.
En 1994, un poco para saludar su no-radicalismo, el escritor Carlos Fuentes se congratuló que Marcos hubiera leído a Carlos Monsiváis y no a Carlos Marx. Pero entre bromas y veras, lo redujo a un clown monsivaisiano, personajes de la picaresca popular y no grandes revolucionarios no reformadores. Es decir, Fuentes lo achicó a un chistoso. En veinte años Marcos atravesó por cinco sexenios pero no se quedó en ninguno. Y se retiró sin legado real. Al terminad su largo periodo presidencial, el subcomandante Marcos pareció lograr otra(s) reelecciones sólo que ahora como subcomandante Galeano, que es lo mismo pero más barato.

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