En México existen 8.5 millones de personas mayores de 60 años y, de ellas, la mitad padece obesidad. Esto se traduce en limitada calidad de vida y propensión a enfermedades que, por suerte, pueden combatirse mediante alimentación adecuada, ejercicio y, ante todo, afecto.
El sobrepeso
resta vida
Desde hace varias décadas México ha presumido su condición de “país de jóvenes”, pero la realidad es que, paulatinamente, la balanza se inclina hacia el lado de las personas mayores de 60 años. Así, este sector de la sociedad que en la década de 1970 era representado por 2.6 millones de personas (5.3% de la población total), hoy alcanza la cifra de 8.5 millones (8%).
Esta tendencia seguirá avanzando hasta volverse crítica, pues se estima que en 2030 el grupo de la tercera edad llegará a 20.7 millones de individuos (17.1% de los mexicanos) e, incluso, 20 años más tarde se aproximará a 33.8 millones, de modo que a la mitad del siglo prácticamente 1 de cada 3 habitantes de nuestro país será mayor a 60 años.
A este panorama hay que agregar que buena parte de la población mexicana sufre alguna enfermedad crónica (de larga duración) desde edad temprana, y que este tipo de padecimientos tiende a empeorar en la senectud, lo que es muy grave si consideramos que los servicios de salud no cuentan con la infraestructura para hacer frente a la situación.
Obesidad y “amigos” que le acompañan
La más reciente Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2006) revela que México es un país con sobrepeso; sí, porque 70% de la población con 30 a 60 años de edad lo padece. Cabe señalar que cuando nos enfocamos en quienes han vivido más de seis décadas, las cifras no muestran cambio considerable, aunque hay que decir que las mujeres tienden a aumentar más de peso en esta etapa de la vida. Se sabe, y así lo marcan las estadísticas mundiales, que la obesidad sigue una curva ascendente (o por lo menos se mantiene estable) hasta los 75 años en promedio, para luego resentir una baja considerable, lo que se debe a la fragilidad propia de estas personas, dietas restrictivas y presencia de enfermedades crónicas. Es común que el paciente con obesidad presente colesterol elevado, diabetes (incremento en el nivel de azúcar en sangre), presión arterial alta o algún trastorno cardiovascular (del sistema circulatorio), y no es raro que, además, resienta el embate del cáncer o algún problema respiratorio mayor, lo cual puede sumarse a sobrepeso y limitar su capacidad para realizar actividades cotidianas.
La voz de la Geriatría
El Dr. Armando López Zamorano, geriatra adscrito al Hospital General Regional Carlos MacGregor Sánchez Navarro, perteneciente al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), localizado en la Ciudad de México, explica en charla exclusiva con saludymedicinas.com.mx que, en efecto, “con los cambios normales del envejecimiento hay una tendencia natural a subir de peso a partir de los 65 años de edad; sucede así porque se modifica la distribución de los tejidos, de modo que aumenta el volumen de grasa en tanto que se reduce el de hueso y músculo; además, se presenta mayor tendencia al sedentarismo (reducción de la actividad física), lo cual acentúa esta situación”, afirma.
No por nada tenemos gran cantidad de enfermos de diabetes, dice el médico internista, y ello se debe en gran medida al daño que la grasa le provoca a la insulina (hormona que permite el aprovechamiento del azúcar). Por ello, es importante que se fomente la actividad física en nuestros adultos mayores a fin de contrarrestar el sobrepeso y disminuir el riesgo de que aparezca dicho problema.
Por otra parte, enfatiza el experto, “la grasa no sólo se acumula en el cuello (papada), abdomen o cintura, sino que existe el riesgo real de que se formen placas de colesterol al interior de las arterias, sobre todo en las que llevan sangre al corazón, lo que aumenta la posibilidad de sufrir un evento cardiovascular (obstrucción del suministro de sangre)”.
¡Muévanse todos!
Una persona que llega a los 65 años se encuentra en proceso de jubilación, lo cual le hace creer a la sociedad que se trata de un individuo incapaz de desempeñar labores y luchar por tener un ingreso extra. Es una realidad triste, dice el Dr. López Zamorano, “que se conviertan en ‘seres invisibles’ y que, aunque estén rodeados de gente, se encuentren en situación de aislamiento y sobreprotección”.
Abunda el entrevistado: “Con ello favorecemos el sedentarismo y la inmovilidad; si, además, hay obesidad, entonces se pueden producir alteraciones como la acumulación de secreciones en los bronquios (parte interna de los pulmones), lo que a su vez desencadena infecciones en estas estructuras, como bronquitis o neumonía”.
Asimismo, afirma el médico egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se debe considerar que las personas con poco movimiento sufren anquilosamiento, lo que significa que todas sus articulaciones se vuelven rígidas, presentan dolor y condicionan mayor inmovilidad. Esto provoca que algunos adultos mayores, a quienes podríamos considerar “abuelos jóvenes”, terminen postrados en cama o utilizando silla de ruedas. En este sentido debemos destacar que no es necesario que la abuelita o el abuelito se convierta en deportista de alto rendimiento, pero sería recomendable que participe en las actividades domésticas.
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