Curas que rompen voto de castidad

GUADALAJARA, Jal.— Entrado en los 50 años, José se encarga de una parroquia en algún lugar de Jalisco y, a la par, mantiene una relación de pareja con una mujer a la que en público trata como amiga para mantener una apariencia que –asegura– fue impuesta por los hombres, no por Dios.

“Es la piedra angular de un sistema de poder. Se sabe que no es un dogma de fe, como lo ha dicho el Papa, es una norma de vida, pero el debate debe abrirse porque la verdad histórica tiende a salir. El celibato es un modo de control de la jerarquía para mantener el status quo.

Nadie quiere perder prestigio y fama. Aunque muchos lo sufrimos, pocos tenemos el valor de hablarlo e ir a la verdad; pero dijo Jesús que la verdad nos hará libres”, afirma el presbítero.

Desafió el destino

CHILPANCINGO, Gro.— Vicente Pacheco León desafió al destino. De estatura media y sonrisa constante, se casó y tuvo dos hijos, pero nunca perdió su vocación de servicio, que en poco tiempo lo convertirá en sacerdote, aunque ya tiene 60 años.

En la década de los 70 llegó un sacerdote a Quechultenango; usaba la cabellera larga y alborotada, morral y huaraches. Su look y actitud llamó la atención de varios chicos del pueblito. Los agrupó y a la fecha varios son sacerdotes, menos Chente.

Aunque desde esa década pudo ser cura, pues su vocación era manifiesta, decidió casarse y procrear dos hijos. Cuando se divorció y sus hijos lo hicieron abuelo regresó al seminario, a pesar de las críticas, porque su función en la vida es la de servir.

No se ha ordenado porque —dice— existe mucho prejuicio en la Iglesia. Pero hace servicios: bendice casas, da la unción de los enfermos, da misas, pero sin la consagración del vino. Admite que hay una doble moral en la Iglesia respecto al celibato; varios curas dicen estar en contra de que haya párrocos con familias, pero los hay y es una realidad que no se puede ocultar.

Chente está listo para ser párroco de manera formal y su familia lo apoya. Está convencido que el celibato debe ser una opción porque aunque cada sacerdote sabe a que “le entra”, debería ser libre de formar familia o no, porque eso no les impide ser hombres de fe.