Seguridad y desarrollo en Michoacán

La naturaleza del mecanismo de rescate michoacano tiene mucha relación con los afanes del secretario de Hacienda, lo cual con un poco de memoria haría menos truculenta la interpretación de las cosas. Desde un principio se habló de una inversión de más de 45 mil 500 millones de pesos, lo cual, necesariamente, pasa por la vigilancia y operación de la Secretaría de Hacienda.
uizá un asunto no guarde relación con el otro, pero en medio de una metralla cuya intensidad ha obligado al presidente Enrique Peña Nieto a ir en defensa de su Secretario de Hacienda, el doctor Luis Videgaray se presenta en Michoacán, donde se despliega desde hace meses un programa de Desarrollo Integral y Seguridad, para darle seguimiento ciudadano a las acciones federales y escuchar la petición de ampliar dicha estrategia por lo menos hasta fines del siguiente año.
Obviamente quienes hallan en cada acción del gobierno una señal o un indicio ya sea de movimientos hacia arriba o descensos en el escalafón interno del gabinete, verán esto como un respaldo más por parte del Ejecutivo hacia su secretario contra quien en las últimas semanas se han aliado tirios y troyanos. Y habrá quien vea en esto un movimiento significativo en la carrera parejera con la cual supone se dirimirá, en su momento, la selección del candidato presidencial para el todavía lejano 2018, sobre todo por la naturaleza del acuerdo, esencialmente bajo la influencia del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio.
Sin embargo, la naturaleza del mecanismo de rescate michoacano tiene mucha relación con los afanes del secretario de Hacienda, lo cual con un poco de memoria haría menos truculenta la interpretación de las cosas. Desde un principio se habló de una inversión de más de 45 mil 500 millones de pesos, lo cual, necesariamente, pasa por la vigilancia y operación de la Secretaría de Hacienda.
Pero hay quien a cualquier sábana tendida le llama fantasma y a cualquier triste murciélago noctívago, Conde Drácula.
Por eso es significativa esta circunstancia y por eso se debería analizar en sus méritos, no en sus especulaciones. Durante la instalación del Comité, Francisco Medina, empresario e integrante del grupo, argumentó que la entidad aún no está lista para conducirse sin el apoyo de la Federación.
“Le pedimos le solicite (al presidente Enrique Peña Nieto) que el comisionado y su equipo sigan aquí hasta que se entregue el Estado al futuro gobernador”, pidió Medina al secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
En ese sentido la petición ciudadana se ajusta a la oferta y compromiso presidencial de hace unos días cuando Enrique Peña dijo: (el gobierno federal) permanecerá el tiempo que sea necesario, hasta que las autoridades locales tengan solidez institucional para orientar y asegurar el desarrollo integral del estado”.
EJEMPLO
La avalancha de opiniones favorables para Juan Carlos, el declinante ex monarca de España, hace ver la hondura de los arreglos previos a su dimisión. Para los actores y factores políticos hoy Juan Carlos es algo así como el Cid Campeador. Ni una mancha en el armiño. Cosas diferentes se dicen en la calle. Al parecer para salvar la monarquía fue necesario sacrificar al monarca, quien mucho había puesto de su parte en el empeño. Lo demás, incluidas las manifestaciones para abolir la corona, son pasto para los medios y escapatoria para los ociosos.
¡Este también se va!
No ha sido esta abdicación un gesto de hidalguía ni una salida airosa. Al rey lo han echado y en los muros de la Zarzuela deben resonar aún las palabras dichas a Suárez: “Este se va”.
En febrero de 1981 la imagen de Juan Carlos, rey de España y bisagra indiscutible de la transición entre la feroz dictadura franquista (a la cual debió su preparación y herencia política) y la promisoria cuanto hoy desvencijada democracia española, era lo mejor de lo mejor. El frustrado golpe del coronel Tejero y la intervención del monarca a favor de la democracia y el orden (a los cuales debía su cargo, entre otras cosas) lo elevaban en el ámbito a veces incomprensible entre la monarquía y la modernidad.
Sin embargo años después y en ciertos aspectos meses después, el ovillo se fue deshaciendo y su impoluto papel quedó en entredicho, como quedó de tal manera su helada actitud en la defenestración de Adolfo Suárez, el verdadero héroe de Las Cortes cuando el malogrado alzamiento militar. ¡Este se va!, le habría dicho el Borbón a su secretario Sabino Fernández Campo, mientras Suárez abandonaba el gobierno, sin apoyo, acosado y derribado por todas las mafias españolas del poder, la milicia y el dinero.
Sin embargo el desprestigio no había cubierto todavía al monarca. Por entonces el pacífico elefante en cuyos colmillos colgó la bandera de España, quizá aún era una joven bestia salvaje en las llanuras de Botswana. Quizá aun no nacía. No lo sabemos.
Pocos años después, en el año 1985 conocí al Monarca de la Hispania Fecunda. Lo vi bajar —con elasticidad atlética y bizarra— de la cabina de un enorme helicóptero militar el cual, como señal de deferencia, se había empeñado en pilotar con el presidente de México, Miguel de la Madrid como azorado pasajero.

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