Durante una jornada laboral de ocho horas diarias un trabajador no debe estar expuesto a ruidos que excedan los 80 decibeles, señaló el doctor Santiago Jesús Pérez Ruiz, del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM. Debajo de este valor el riesgo de presentar problemas de audición es mínimo.
De acuerdo con la Norma Oficial Mexicana 011 sobre condiciones de seguridad e higiene en los centros de trabajo donde se genere ruido, se permiten hasta 90 decibeles, por lo que consideró que es necesario revisar esta legislación.
Entre las consecuencias neuropsicológicas que provoca el ruido se encuentran el estrés, la pérdida de sueño y la fatiga.
Además nuestro organismo puede experimentar incremento del pulso y la presión sanguínea, estrechamiento de los bazos sanguíneos, secreción anormal de hormonas y tensión muscular.
El universitario refirió que cualquier sonido intenso, como la música, los ronquidos durante el sueño o el sonido de una construcción pueden ser sumamente molestos e irritables, ya que llegan a perturbar la comunicación que compartimos con otras personas.
El grupo de investigación de Pérez Ruiz trabaja en problemas relacionados con la audición, el lenguaje y la instrumentación acústica.
Daño al oído
Una de las consecuencias del ruido es la pérdida permanente de la audición, la cual se presenta durante un periodo prolongado de exposición superior a los 85 decibeles, equivalente al ruido que se genera en talleres industriales. Si después de permanecer expuesto no se descansa el oído en un medio silencioso, la elevación del umbral de la pérdida de la audición será irreversible.
Pérez Ruiz, integrante del Laboratorio de Acústica y Vibraciones del CCADET, explicó que “el daño auditivo se debe a que las células responsables de generar los potenciales receptores, es decir, las señales eléctricas necesarias para oír y que viajan a través de los nervios hacia el cerebro, se van dañando.
Primero pierden la elasticidad de sus cilios y después estos penachos de cilios se destruyen, lo que provoca que las células se hinchen, colapsen y mueran.
Después otras células de soporte también mueren y en la última etapa de daño al nervio auditivo, al perder su estimulación, involucionan y finalmente también desaparecen”.
Sonidos desagradables
Un ruido puede ser molesto por su intensidad e intermitencia, pero también por la actitud que cada uno tengamos hacia él. Por ejemplo, se dice que durante el día raramente podemos sentirnos perturbados por escuchar sonidos de alrededor de 55 decibeles, equivalentes a los que se producen en una conversación.
Sin embargo, por la noche hasta un susurro puede resultarnos irritante y provocarnos insomnio. Se define como ruido cualquier sonido que sea desagradable o molesto para el ser humano.
Las grandes ciudades están expuestas constantemente al ruido urbano producto del tránsito de vehículos o aviones, las obras públicas o actividades de nuestra propia comunidad.
Un sonido por arriba de 80 decibeles, equivalente al que se genera en calles con mucho tráfico, escuchado durante un periodo muy largo de tiempo puede causar que nuestro sistema auditivo recurra a un mecanismo de defensa y se ensordezca temporalmente.
Si esta estimulación sonora continua, este ensordecimiento se vuelve permanente.
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