Por Carlos Ramirez
En medio de la peor crisis del sistema monárquico y a punto de decidir en tribunales si la ley alcanza a la Infanta Cristina por fraudes de su esposo Iñaki Urdangarin, el rey Juan Carlos I abdicó a su cargo y heredó la corona a su hijo Felipe VI.
La abdicación del rey se dio en el escenario de unas de las peores crisis del reino de España: la decisión de Cataluña de separarse de España, el colapso del sistema político con la declinación del bipartidismo Partido Popular-Partido Socialista, la calificación de 3.7% de la monarquía y la consolidación del debate ciudadanos-súbditos y las severas críticas al propio Juan Carlos I por comportamientos que antes formaban parte de las actividades monárquicas —como la cacería—, llevaron a España a una crisis de la forma de gobierno.
La figura del rey ha sido central en España, aunque ahora ha comenzado a convertirse en un lastre. La guerra civil 1936-1939 fue la lucha entre el sistema republicano que había ganado las elecciones y el alzamiento militar de Francisco Franco a favor de la monarquía. Franco ganó la guerra, gobernó con Juan Carlos como figura decorativa como príncipe a título de rey.
España sólo pudo consolidarse como monarquía constitucional a la muerte de Franco, cuando don Juan de Borbón, conde de Barcelona y heredero del trono pero sin corona porque no reconocía a Franco, abdicó en 1976 a favor de Juan Carlos pero —y éste es el dato mayor de la transición española a la democracia— a cambio de la promesa del joven príncipe de impulsar un régimen monárquico constitucional y democrático. Juan Carlos firmó el compromiso ya muerto Franco y España transitó a la democracia. De ahí que el verdadero artífice de la transición española haya sido don Juan, el noble heredero de Alfonso XIII que no pudo ser rey.
A partir del principio del poder neutro que definió en 1815 el inglés Benjamín Constant de que “el rey reina pero no gobierna”, Juan Carlos I consolidó la transición democrática, titubeó en 1981 cuando permitió que los militares quisieran deponer al presidente constitucional Adolfo Suárez para colocar a un militar como interino y luego entró en una fase de descomposición de su figura política: acumulación de riqueza personal inmensa pero viviendo a costa del dinero fiscal, vida sexual fuera del matrimonio, participación en el club secreto Bilderberg como sociedad secreta internacional para controlar el mundo, carecería de animales que causaron horror mundial.
En 2009, en una entrevista, el asesor político de don Juan de Borbón, Luis María Ansón, dijo a Indicador Político en una entrevista grabada que la monarquía ya no era la de antes y que España estaba preparaba para decidir sin violencias ni guerras civiles si quería seguir como monarquía u optar por una república. Ahí estaba ya el germen del colapso de la monarquía: por la crisis política, los excesos del rey y la falta de sensibilidad hacia sus súbditos, en los últimos meses había abucheos crecientes para el rey, la reina y el príncipe hoy ascendido a rey.
Ayer mismo en Madrid se realizaron movilizaciones a favor de la república. Pero más que cuestionamientos a la forma de gobierno porque España es un sistema constitucional democrático y la monarquía sólo simboliza la historia española, las críticas tienen que ver con la insensibilidad de la familia real por escándalos, corruptelas y excesos sociales. La foto del rey con un elefante cazado con un rifle de alto poder —algo común hasta hace poco— sacudió la sensibilidad de la sociedad y aumentó el repudio al rey.
La autoridad moral de Juan Carlos I se agotó con la consolidación del régimen democrático en 1982, cuando la izquierda llegó al poder y no cuestionó el régimen monárquico. Hoy vientos republicanos soplan de nuevo en España. Y la tarea del rey Felipe VI será unir o dividir a los españoles.