Las calles sin pavimento y sin nombre de la colonia Señor Santiaguito de esta localidad guerrerense se ven a lo lejos desde el zócalo de este lugar, donde la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, se comprometió en abril de 2013 a que cambiaría la vida de los más de 20 mil habitantes con la Cruzada Nacional Contra el Hambre (CNCH).
Señor Santiaguito se distingue de las demás colonias de Apango, cabecera municipal de Mártir de Cuilapan, porque en ésta la mayoría de casas tiene baños y fogones que la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) entregó a las familias como parte de las acciones de la Cruzada Nacional Contra el Hambre.
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Sin embargo, hay un problema: los baños no pueden ser empleados adecuadamente porque no hay drenaje, pese a que cuando inició la Cruzada una de las acciones establecidas era dotar a todas las viviendas con redes de agua potable y alcantarillado. La meta, de acuerdo con documentos oficiales, era concluir estas obras en octubre del año pasado.
Sentada en un banco de mimbre, Rosalba Rojas Inés carga a su bebé. Acaba de calentar la mamila del niño y la comida para su hermana Celia de 11 años de edad en su fogón de leña. Rosy está molesta porque el bebé de dos años se enfermó de gripe y fue al Centro de Salud que atiende a las casi cinco mil personas de la cabecera municipal, pero no halló medicinas, las tuvo que comprar y se gastó 300 pesos.
En su colonia donde viven alrededor de 300 personas hay letreros donde se lee: “Programa de Empleo Temporal, Estufas ahorradoras de leña”, pero la familia de Rosy perdió su cosecha de maíz durante el huracán “Manuel” en septiembre de 2013 y para eso no los apoyaron: le dieron su estufa.
¿Cómo puede funcionar un baño sin drenaje?, ¿de qué sirve una estufa nueva, si como con la vieja, se tiene que emplear también leña? Antes de que Rosalba y su familia recibieran la estufa y el baño guisaban de la misma forma, sólo que su estufa estaba en el suelo. Eran seis ladrillos estibados de dos en dos que formaban un cuadrado, en el hueco colocaban la leña, encima el comal y allí cocinaban.
Las estufas ecológicas o ahorradoras, son fogones. La de Rosy está dentro de su casa de unos 100 metros cuadrados hecha de adobe y ladrillos. De la base del fogón de adobe sobresale un tubo de un metro y medio que saca el humo que se genera por cocinar con leña, el tubo, también es otra diferencia en relación con la anterior estufa.
Así están las demás casas de la colonia Señor Santiaguito. La señora Ángela Lázaro Rojas, vecina de Rosalba, tiene también esa petición, que haya drenaje, porque es complicado desahogar la suciedad que se junta en los baños. Sólo tienen un tinaco de 750 litros que no les resuelve el problema, porque con mangueras y con salidas que hicieron tienen que limpiar.
Son por lo menos 45 casas en la colonia, de esas, según Ángela hay unos 20 baños que colocó la Sedesol que emplean como antes, cuando tenían fosas sépticas o de plano, dice, hacían en el monte. Otra diferencia es que en los baños nuevos sí se pueden sentar, pero no hay donde se vayan los desechos y sus complicaciones crecen al mismo ritmo que lo hace su colonia.
Su necesidad, dice Rosalba, es un hospital porque en el Centro de Salud que pertenece a la jurisdicción 03 de la zona Centro de la Secretaría de Salud, no hay ni Paracetamol, “lo que necesitamos es eso la casa de salud y más escuelas para los niños. Yo hubiera querido estudiar más, pero me quedé en la secundaria por la situación, pero también porque no había escuela”.
Quejas a granel
A un año y dos meses de distancia de que Robles Berlanga echara a andar en este municipio lo que fue “un programa piloto”, su promesa se desdibuja en las quejas de los beneficiarios: dicen que los programas no han sido efectivos y son para poca gente; que no les preguntaron qué necesitaban para mejorar sus condiciones de vida y tampoco ven ningún avance.
En adición a estos problemas, el comedor comunitario instalado en el marco de la Cruzada ya cerró, pues quienes lo administraban cobraban el beneficio de la Sedesol en 25 pesos por persona y también las tortillas. En Apango hay otro comedor que funciona operado por el DIF municipal, pero ahí se reparte comida considerada poco nutritiva por la Secretaría de Salud, como pastas con crema y queso, pollo y carne empanizada.
Rezagos
Uno de los principales problemas del municipio, es la escasez de agua; otro, un conflicto agrario de más de 70 años que podría llegar a un enfrentamiento en la comunidad de Totoltitlán, que no ha tenido arreglo; no en todas las comunidades hay Centros de Salud, la escolaridad promedio de los apanguenses es de secundaria; además, de que una parte de la población decide migrar a otro país o estado, pues aqui no existen suficientes fuentes de empleo.
El 13 de abril de 2013, cuando vino Rosario Robles a esta cabecera municipal, los anuncios fueron fastuosos y con ánimos para familias que se dedican, en su mayoría al campo, migran, o son jornaleros agrícolas. Las señoras que se dedicaban, antes de la Cruzada, a tejer tiras para la elaboración de sombreros lo siguen haciendo, pues tienen mucha necesidad, aunque por cada 20 tiras de “una brazada” cada una, se ganan tres pesos y al mes perciban sólo 180 pesos.
Pero para el Comité de la CNCH las acciones seleccionadas sí cumplen con los objetivos que se plantearon para reducir la pobreza en general. Incluso Rosario Robles en su visita realizada a la comunidad de San Juan Totolcintla, el 2 de abril de este año, escuchó de promotores, el presidente municipal Guadalupe Rivera Ocampo y otros funcionarios, que todo iba muy bien.
La señora Arcadia Rendón Gómez asegura que al comedor comunitario que atiende en San Juan asisten semanalmente 108 niños que beben atole, comen lentejas, huevos y varias cosas con soya; sardina en escabeche, chilorio con papas o verduras y otras que no comían, pero sí les están ayudando a subir el peso a los niños, porque, dice, estaban desnutridos.
Pero en San Juan Totolcintla hay otros tres mil 600 habitantes, y muchos esperan ser beneficiarios de un proyecto para sembrar sandías, o por lo menos accesar a los comedores comunitarios, porque pese a que la mayoría de la gente está en el programa “Oportunidades”, no todos tienen apoyos directos de la Cruzada Nacional Contra el Hambre, dice Diana Ramos. “Somos muchísimos más los que estamos fuera del programa”, agrega.
Diana tiene cuatro hijos que alimentar y su esposo trabaja en Chilpancingo como albañil. Para ella la Cruzada Nacional Contra el Hambre no significa nada.
“Les dieron los proyectos a quienes quisieron, no sé si el ayuntamiento o quién pero a nosotros no nos ayudan. Aquí hay niños que están re delgaditos, porque les damos lo que podemos. No siempre hay carne, pero quelites, tortillas y frijolitos nunca fallan… ¿qué es eso de la soya?, ¡a mí ni me gusta!”.