«La Tuta ofrece 1 mdp por mi cabeza»

A las dos de la mañana del día 18 de marzo, un mensajero llegó al retén carretero de la autodefensa de Caleta, el pueblo costero en el que se frenó la avanzada que se dirigía al puerto de Lázaro Cárdenas, considerado el bastión financiero del cártel de Los Caballeros Templarios.
El hombre venía de la barricada carretera que les bloqueaba el paso a Lázaro, ubicada en Chuquiapan, a 20 kilómetros de Caleta, donde esa noche descendió de la sierra un convoy con una docena de camionetas de templarios.
El recadero, que en realidad era un conductor de paso, le externó el mensaje al líder de la autodefensa de Caleta, Gabriel C, Plátanos, según narró él mismo en una entrevista con un diario de circulación nacional  realizada el 19 de marzo:
—Que Servando Gómez Martínez, La Tuta, le manda decir a Plátanos que se presente sin armas para hablar con él en la barricada de Chuquiapan —le dijo el mensajero a Gabriel.
Plátanos, un treintañero hijo de una familia ganadera y de productores agrícolas de Caleta, de rasgos hispanos y carácter bronco y atrabancado, le respondió a través de otro conductor que iba en dirección opuesta.
—Gabriel C, Plátanos, le manda decir a La Tuta que si quiere hablar conmigo venga desarmado al retén de Caleta —le dijo al enviado.
Plátanos no recibió respuesta. Pero detalla que le hicieron saber que el capo le fijó precio a su cabeza: “un millón de pesos”.
El 24 de febrero, Gabriel y un frente de autodefensas tomaron la pequeña bahía turística de Caleta, considerada estratégica por el cártel porque ahí poseía una enorme bodega de provisiones alimentarias que abastecía su corredor serrano hacia Arteaga, el municipio aledaño, tierra y búnker de La Tuta.
Dos meses después, el 27 de abril, la autodefensa, con la Policía Federal (PF) al mando, cruzó la barricada de Chuquiapan en su avanzada hacia Lázaro, y en la refriega hubo cinco muertos ahí apostados, por lo que el bloque liderado por Estanislao Beltrán, alias Papá Pitufo, en el Consejo General de Autodefensas de Michoacán, expulsó a Plátanos y desconoció a su grupo.  Papá Pitufo salió en defensa de la barricada de Chuquiapan, dijo que no era templaria y que estaba desarmada, responsabilizó a Plátanos de la “masacre”, y el primero de mayo declaró a la conductora de televisión Adela Micha que la autodefensa de Caleta era “del cártel Nueva Generación”, grupo delictivo asentado principalmente en Jalisco.
Sin que culmine la investigación judicial, Alfredo Castillo, comisionado de Seguridad para Michoacán, señaló el 10 de mayo, en entrevista radiofónica con Noticias MVS, sobre las muertes de Chuquiapan: “Ya ha sido reconocido como el autor material una persona de apodo El Plátano”.
Gabriel se esfumó de Caleta. En entrevista dada desde la clandestinidad negó las acusaciones en su contra y dijo que ahora lo están “cazando” porque tocó intereses poderosos del puerto: “A mí no me quieren agarrar, me quieren matar”, advierte.
Liberar Caleta
La noche del 13 de febrero, unas 50 camionetas con autodefensas de Ostula, Coahuayana, Chuinicuila, Coalcomán y Aquila tomaron el refugio templario costero de este municipio, el pueblo de La Placita.
Plátanos no dudó en colocarse de forma temeraria al frente de la caravana: “A mí me gusta ir en la punta”, expresó mientras conducía su camioneta con velocidad.
Gabriel formaba parte de la marejada insurrecta que dos días después arrancó de La Placita y provocó una estampida de templarios en la costa.
Entonces me dijo que si bien su familia era de Caleta, a él se le desterró de su pueblo cuatro años antes, porque militares lo uniformaron y encapucharon para que les ayudara a identificar templarios.
Pagó el costo: “Días después, esos mismos templarios, con los soldados, me llegaron cuando estaba ordeñando vacas”.
Huyó a Colima y con un amigo abrió una pescadería. Cuando las autodefensas se alzaron a principios de 2014 en la región michoacana colindante a Colima, contó que decidió unírseles con el fin de encauzarlas a Caleta. “Era la única forma en la que yo podía regresar y liberar a mi pueblo”, expresó.
Se sumó a los alzados a pesar de que el 3 de enero tuvo una cirugía en el cuello para salvar su médula espinal de ser comprimida por las vértebras, algo que lo hubiera dejado en estado de coma, por lo que debía pasar un año en recuperación.
No obstante, relató, a 15 días de su operación se integró a la autodefensa de Aquila, a pesar de la oposición de su familia.
Participó en la toma del pueblo nahua de Ostula y se integró a esa marejada insurrecta que en nueve días se adueñó de 260 kilómetros hasta detenerse en Caleta.
Por su cirugía no podía correr en las acciones ni girar el cuello con facilidad. Con el frente tomó Caleta. La despensa de la bodega templaria se distribuyó en el pueblo y las propiedades despojadas por el cártel se regresaron a sus dueños, entre ellas nueve hectáreas de la comunidad, narró Plátanos.
Además, encontraron los cadáveres de dos jóvenes desaparecidos, de entre una treintena de casos de desaparición forzada que, según él, ahí se registraron.  En agradecimiento, su pueblo los financió. “Nosotros no tenemos dinero, todos andamos voluntariamente, todo el pueblo me ha donado muchísimos animales pa’ comer o me dan gasolina”, dijo.
Su objetivo, sin embargo, no se detuvo en Caleta. “Mi meta es llegar a Lázaro Cárdenas y no voy a parar hasta hacerlo”, enunció. Pero la barricada de Chuquiapan se interpuso en su camino.
Vivir a raya
Plátanos instaló un retén en la carretera que atraviesa Caleta.
De este modo las autodefensas de la costa, mayoritariamente indígenas, le arrebataron al cártel el control de las dos terceras partes de la carretera costera michoacana que va de Colima hacia Guerrero.
Pusieron barricadas en el camino y controlaron el tráfico de personas y vehículos, destruyeron la red de telecomunicación templaria y erigieron la propia.
La distancia geográfica con el centro neurálgico del Consejo, Apatzingán, mantuvo a esta red de autodefensas alejada de la prensa y de los líderes mediáticos de la zona de Tierra Caliente, pues ir de Apatzingán hasta Caleta toma unas 10 horas en auto.