Por Carlos Ramirez
¡SIGUE NUESTRO MINUTO A MINUTO! Y ENTÉRATE DE LAS NOTICIAS MÁS RELEVANTES DEL DÍA
Las referencias históricas al sistema político mexicano lo dibujaron como una pirámide, en cuyo vértice superior staba
la figura del presidente de la república y sus facultades constitucionales, metaconstitucionales y autoritarias.
El presidente de la república era apuntalado por el control del PRI (modelo Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas) y por el control total del presupuesto público para impulsar el PIB y la política social (modelo Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría). El factor central estaba en la Constitución (modelo Benito Juárez, Porfirio Díaz y Venustiano Carranza) y en la titularidad presidencial simultánea del Estado y del gobierno.
El sistema se modificó en el periodo histórico 1976-2012: el relevo de élites gobernante (de los políticos a los tecnócratas), la privatización de la economía pública (el neoliberalismo globalizador) y la alternancia partidista reorganizaron el sistema político hacia el modelo de la coalición dominante (Ángelo Panebianco): el presidente de la república enfrenta el surgimiento de nuevos poderes frente a su partido, al interior de su partido y fuera de su partido.
Otros factores propiciaron la modificación del sistema político:
—La pérdida de la mayoría absoluta en la elección presidencial.
—La pérdida de la mayoría absoluta y la mayoría calificada en el Congreso.
—El reparto electoral en prácticamente tres tercios entre el PRI, el PAN y el PRD.
—La autonomía relativa de los sectores invisibles del sistema (empresarios, Estados Unidos, medios electrónicos, ejército y jerarquía católica) y su dependencia directa del presidente de la república.
—El espacio de negociaciones en el legislativo, fortaleciendo a partidos y a jefes parlamentarios.
El modelo de la coalición dominante depende del presidente de la república, pero ya no en el modelo autoritario verticalista sino en el esquema de un modelo de toma de decisiones vía consensos y acuerdos (democracia consociativa), aunque como satélites activos rodeando al sistema e incomodando las decisiones de grupos colocados del activismo para defender derechos sectoriales hasta grupos antisistémicos.
Así, el sistema político priísta ha pasado de la imposición autoritaria a la negociación sectorial a veces con tendencias autoritarias por parte de la oposición secuestrando las iniciativas de reformas.
El modelo de sistema acotado es coyuntural hasta el momento en que los grupos satélites que rodean y acotan al sistema logren ir frenando algunas reformas o desviándolas de los acuerdos elitistas y entonces se encuentren mecanismos para irlos incorporando a nuevas formas de conciliación de intereses vía el modelo de democracia participativa (Habermas).
El objetivo final podría ser el de un sistema político democrático en el que la sociedad tenga mecanismos de participación, veto y propuestas más allá de la iniciativa popular, vía construcción de asambleas populares y a través de más fáciles candidaturas ciudadanas sin tantos obstáculos o a través de elecciones primarias que conviertan a los partidos en meras estructuras electorales sin definiciones ideológicas con participación de no-militantes.
La oposición al PRI —el PAN y el PRD— descubrió su fuerza política para obligar al PRI a aceptar propuestas imposibles de transitar en el viejo sistema político y que vía la construcción de acuerdos y consensos ha podido ir introduciendo en el régimen político. El PRI, aún en los sexenios panistas, logró mantener una mayoría legislativa que le sirvió para frenar reformas, pero ahora esa mayoría no le alcanza para seguir imponiendo reformas.
La enseñanza de este proceso peculiar de transición mexicana a la democracia logró mantener la transición misma —el momento electoral de cambio de un partido a otro— y de paso eludió la resistencia violenta del PRI o los aceleramientos de la oposición y el modelo consociativo y participativo sentó las bases estructurales para un nuevo sistema político. Lo que debe venir es la reforma del presidencialismo, la separación del gobierno y del Estado y la reorganización del modelo de gabinete hasta ahora disminuido a meros secretarios del despacho.
En el fondo México se encuentra en un proceso de instauración democrática, aún con limitaciones, ventajas hacia el PRI y resistencias sistémicas, pero la funcionalidad del gobierno federal y su urgencia de reformas para aumentar la posibilidad de crecimiento económico han obligado al PRI a transitar por la reorganización sistémica.