Antepasados de avestruz y ñandú sí podían volar

Hasta ahora, la teoría vigente decía que es-tas aves no voladoras habían surgido de un tronco común y luego se habían diseminado por el mundo hace al menos 120 millones de años, cuando las grandes masas de tierra que daban forma al supercontinente de Gondwana se separaron.
Pero los análisis genéticos de los parentescos entre aves corredoras modernas revelan una historia completamente distinta. Kieren J. Mitchell, de la Universidad de Adelaida en Australia, y sus colegas secuenciaron y analizaron el ADN del ave elefante, una especie de más de 3 metros que vivió en Madagascar y que se extinguió en el siglo XVII.
Descubrieron que su pariente vivo más cercano es el kiwi, una pequeña ave que vive en Nueva Zelandia. En cambio, el que se creía su ancestro común, el avestruz, estaba mucho más alejado genéticamente.
Esto se explicaría porque el ancestro común del kiwi y el ave elefante pudo volar grandes distancias, alcanzando Madagascar y Nueva Zelandia.
Solo estando allí perdió la habilidad de volar.
Según los investigadores, la gran cantidad de especies de corredoras que vemos hoy no partió de un ancestro no volador común, sino a partir de una diversificación de varios ancestros capaces de volar largas distancias y que luego perdieron esta capacidad y, además, aumentaron de tamaño.
Este gigantismo es una característica que se repite en otras corredoras modernas, como el avestruz, el ñandú o el emú. Esto ocurrió, según los autores, probablemente por el vacío ecológico que quedó después de la extinción de los dinosaurios y que dejó a estas aves prácticamente libres de depredadores.
Pero hubo dos excepciones: el kiwi y el tinamú o perdiz chilena.
En ambos casos encontraron que, cuando llegaron a su destino (Nueva Zelandia y Sudamérica, respectivamente), ya había otra ave corredora de gran tamaño que había hecho el viaje antes y se había consolidado como la especie dominante: el moa, en el caso del kiwi; y el ñandú, en el de la perdiz chilena. Mientras el ñandú todavía existe, el moa, que alcanzaba los 3 metros de altura y un peso de 250 kilos, se extinguió hace unos 500 años, probablemente por acción del ser humano.
“Hace 80 millones de años, cuando comenzó esta gran migración, los continentes ya estaban bastante separados, así es que tiene bastante sentido que los ancestros de las aves corredoras actuales pudieran volar. Si hubieran sido ya terrestres cuando los continentes se separaron, eso exige un origen más antiguo de todas ellas y eso no está en la evidencia del ADN”, explica Alexander Vargas, investigador del laboratorio de paleobiología de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile.
Vargas destaca que, tanto el kiwi como la perdiz chilena, son los últimos ejemplos de cómo habrían sido las especies ancestrales que llegaron a colonizar.
De hecho, la perdiz todavía mantiene una relativa capacidad de vuelo que perdieron todos sus parientes.
“Si uno quisiera imaginarse cómo eran esas aves voladoras que se agrandaron y dieron origen a todas las distintas formas de corredoras que ahora hay, basta con mirar al tinamú, que es lo más parecido a lo que había seguramente entonces”, dice.
Estas aves corredoras también se conocen como paleognatas porque su paladar todavía es como el de un dinosaurio, explica Vargas.
Casi globales
Las aves corredoras se distribuyen por distintas regiones del mundo. Destacan las avestruces en África, los ñandúes en América del Sur y los casuarios y emúes en Nueva Guinea y Australia.

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