PAN, delincuencia y política

A la luz de la manera y el tono —más de nota roja que de política— en que se ha desarrollado el proceso de renovación de la presidencia del PAN, será imposible atribuirles dejadez o escaso espíritu cívico a los militantes de este partido, si mañana, en lugar de salir a votar, se quedan en casa mirando la televisión.
A lo largo de la contienda entre Ernesto Cordero y Gustavo Madero los ciudadanos conocimos, por voz de los propios contendientes y de sus equipos, acusaciones de todo calibre, muchas con graves implicaciones penales.
¿Cuáles? Presunción de ingreso de dinero sucio de casineros en las campañas; extorsión y tráfico de influencias por legisladores adictos a comisiones, diezmos o moches de alcaldes; desvío del erario público hacia actividades proselitistas en varios estados; lavado de dinero del narco en equipos de futbol… Por hablar sólo de las denuncias públicas sobre actos abiertamente delictivos.
Se trata de acusaciones frente a las cuales, por cierto, las instituciones —de la PGR a las procuradurías estatales y el flamante INE de Lorenzo Córdova— no han dicho ni pío. Ya no para anunciar investigaciones ministeriales, sino al menos para señalar conductas que pueden no violar la ley, pero no dan el tono más adecuado a una justa democrática.
Los aspirantes a la dirigencia del blanquiazul —“la yunta de Silao”—, en particular Cordero y su combo calderonista, han hecho trizas todos los preceptos éticos. No han estado a la altura, ni con la calidad y el perfil que se espera de quienes buscan dirigir uno de los tres principales partidos del país.
Sin recato y del modo más irresponsable, ambos prospectos a jefaturar el panismo han hecho grilla intrapartidista a costas de los más altos intereses de la nación, tomando como rehenes las instituciones, en especial el Congreso y particularmente el Senado. ¡Y pensar que Cordero estuvo en la antesala de ser Presidente de la República!
Frente al deplorable espectáculo de políticos capaces no de los actos más sublimes, pero sí de los más infames, que han tornado en sarcasmo el lema de su partido —“Por una patria ordenada y generosa y una vida mejor y más digna para todos”— harían bien los 220 mil panistas aptos para votar, si mañana, en lugar de acudir a las urnas, se dan vuelta en la cama, jalan la sábana para cubrirse y siguen durmiendo.
El proceso interno del PAN, a lo largo del cual han sido quebrantados aun los más elementales parámetros de respeto entre compañeros de partido y comportamiento entre adversarios, plantea graves interrogantes. Por principio de cuentas, si quien resulte ganador acudirá ante el Ministerio Público para sustentar las acusaciones lanzadas a su competidor, o quedarán éstas como señalamientos infundados y sin consecuencias. Está por verse además si el triunfador, con el lastre de denuncias incluso criminales en su contra, podrá ser factor de cohesión y orgullo o de división y verguenza para los miembros de base de su partido.
Y si el perdedor aceptará el resultado o entrará la justicia a tratar de poner orden en una organización en la cual, por el calibre de las imputaciones que han aflorado, la conciliación es sencillamente imposible sin una buena dosis de cinismo.
Quedará pendiente luego determinar si un PAN atomizado aún podrá seguir siendo aliado confiable del gobierno y el PRI en el Legislativo para concluir las reformas energética y de telecomunicaciones.
En el pugilato blanquiazul ya resucitaron las encuestas de a tanto el punto, a pesar del papelazo de estos ejercicios demoscópicos en 2012. Y en el torneo de acusaciones recíprocas los contendientes se han atribuido no sólo colaboracionismo con el gobierno, sino hasta la adulteración de estas tramposas mediciones. De acuerdo con la firma Covarrubias, Cordero está en la lona; perdió en un mes ¡21 puntos! En abril tenía 13 de ventaja, pero los perdió todos y aun cayó ocho escalones.
Si este cálculo corresponde al menos lejanamente a la realidad, eso significa que Felipe Calderón, empeñado en usar a su ex secretario de Hacienda para recuperar fueros y buscar compartir el poder con Enrique Peña Nieto, haría mejor en dedicarse de lleno a la academia y seguir atendiendo el rentable tema del cambio climático.
En esa hipótesis, los más conspicuos perdedores de la justa serían, por principio de cuentas, la dinastía Calderón. Con Margarita Zavala a la cabeza, seguida de Juan Ignacio Zavala, Luisa María Calderón, y un puñado de incondicionales: Max Cortázar, Roberto Gil y algunos más.La victoria de Madero traerá por consecuencia un reencarte, primero rumbo al 2015, y luego al 2018. Una recomposición del naipe que le permitirá ofrecer puestos a sus ambiciosos adversarios.