Sobre su escritorio aún permanece el folder con un autoadherible con el título: El baile del centenario y notas de “prohibido tocar” y “notas para una novela inédita”. Atrás de su silla de piel negra con respaldo alto y antebrazos, pegada a la pared, debajo de sus discos de ópera, permanece una hoja tamaño carta con la estructura general de esa misma novela que Carlos Fuentes dejó inconclusa con su muerte.
Con su letra de molde, a cuatro colores —dos tipos de rojo—, está el orden, “Mayo 2012”, que seguía Carlos Fuentes. Están los 28 capítulos y en varios de ellos destacan nombres como Madero, Huerta, Ulúa, Obregón-Celaya, Jesús, Valle Nacional; es la novela en la que el narrador mexicano trabajó hasta su muerte ocurrida hace dos años, el 15 de mayo de 2012.
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En su estudio de su casa de San Jerónimo, donde pasaba muchas horas de sus días en México, permanecen sus libros, discos de ópera, traducciones de otros idiomas de su propia obra; están las fotos de sus hijos: Cecilia, Carlos y Natasha; está la parte de su archivo ahora en poder de su viuda y albacea, Silvia Lemus; cada cajón tiene autoadheribles amarillos con indicaciones: “Copias de documentos enviados a Princeton para los archivos de Silvia (A-Z)”, “No enviar a Princeton”; o “Incluye documentos originales que decidimos no enviar por ahora”.
Máquinas de escribir, libros, archivos, conferencias, artículos, discos, fotografías, planes, proyectos y un gran anhelo de vivir prevalece en el estudio de Carlos Fuentes; también está su espíritu vital en todos los proyectos, Cátedras, coloquios y encuentros que el escritor impulsó y de los que habla en entrevista exclusiva con un Diario de circulación nacional Silvia Lemus, la periodista y viuda del autor de La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz y Aura.
Desde la partida de Fuentes, Lemus se ha enfocado en su programa de entrevistas Tratos y retratos para Canal 22; a finales del año pasado publicó un libro homónimo en el que reúne varias de esas conversaciones, cierra con la entrevista que le hiciera a Carlos Fuentes, en Princeton, en 1982, ya casados y con dos hijos.
Ahora ella está pendiente de los libros que vendrán y de que las cátedras que impulsó su marido prosperen. La Cátedra Interamericana Carlos Fuentes creada por la Universidad Veracruzana tiene presencia en universidades de Argentina, Chile, Costa Rica, Puerto Rico, Perú, Canadá, Estados Unidos y España. La Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar que apoyaban Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez con sus becas de Creadores Eméritos del FONCA “existirá mientras la Universidad de Guadalajara la mantenga viva”, afirma Lemus.
De lo que no sabe mucho y prefiere no hacer mayores comentarios es del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Español, del que, dice, sabe que se entregará en noviembre. “Ese premio fue instituido por Conaculta y sigue… esperamos que lo gane otro gran escritor”.
Mañana, a las 19 horas, en el Museo Tamayo, Lemus asistirá a un acto organizado por el INBA a dos años de la muerte de Carlos Fuentes, en el que José Luis Ibáñez leerá el “Chac Mool”, cuento que este año cumple 60 años de haberse publicado (1954).
¿Qué libros hay pendientes por publicar de Carlos Fuentes?
Él lo dijo, que estaba por publicar su libro Pantallas de plata, dedicado al cine, una de sus pasiones más intensas, sus amores desde que lo descubrió. Me contaba que su padre lo llevó desde Washington a Nueva York a la Feria Mundial y que en esa ocasión, estando ahí, lo llevó a ver la película de Orson Wells, El ciudadano Kane, un clásico que lo impresionó muchísimo. Es un libro que dejó terminado y saldrá, tal vez este año.
Ahí habla de que su padre fue su primer guía para tener una experiencia del cine, es un libro que habla de Xalapa, donde vivió su padre en la juventud; habla de las películas de la época de los 20, de las actrices tan extraordinarias, exageradas, describe a las actrices italianas de esa época como mujeres pegadas a las paredes con los brazos extendidos en desesperación porque podían estar en peligro de amores indeseados.
¿La novela colombiana sobre Carlos Pizarro?
Está siendo revisada porque había textos que estaban en Londres, y otros que estaban aquí, hay que ponerlos en orden. No puedo decir más porque todavía no está todo en orden para decir que será publicada pronto o no; la familia de Carlos, el protagonista, está muy interesada en que se publique y espero que se llegue a hacer.
También dejó los textos sobre él; el título que él tiene “Los días de la vida”, sobre su niñez y su adolescencia y su juventud; y hasta ahí llegó, hasta los 20, 21 años, no escribió más que eso; también en su momento saldrá. Y desde luego tenemos libros para tiempo futuro por sus conferencias y sus artículos de periodismo, y sus clases de literatura que dio. Eso también va a salir pero no puedo decir cuándo, porque esto viene despacio. También dependo de Carmen Balcells, que es su agente literaria, una mujer formidable que cuidó mucho a sus latinoamericanos.
¿Ahora usted impulsa toda la obra de Carlos Fuentes?
Nunca fui secretaria de Carlos, no podía, él hacía todo. Ahora sí, él me dejó como su albacea, y ahora lo hago y me encanta, estoy feliz, además me siento muy cerca de él, nunca se va; es fantástico porque por cualquier esquina de mi casa yo encuentro algo de Carlos; también entro a Internet y hay fotografías de Carlos, hay películas, documentales, así que él está siempre, no se va a ningún lado; y ahora está con mis hijos y entonces los tres están conmigo siempre.
¿Cómo ha vivido estos dos años sin Carlos Fuentes?
Los duelos uno tiene que vivirlos como son, no es fácil, no se pueden explicar; en algunos casos duran tres años, en el que uno está muy obsesionado por la pérdida de un hijo, de una hija, de un marido, hay que trabajar, hay que estar ocupado, pero hay que tener el duelo y hay que respetarlo, no tratar de olvidarse. A mí no me gusta olvidarme de ellos, para nada, yo pienso en ellos todo el santo día, pero los pienso como si estuvieran aquí, como cuando he hablado con ellos, todas nuestras vidas juntos; esa es mi manera porque cada persona tiene su propia experiencia y cada quien sabe qué hacer.
No creo que haya ninguna regla y no puedes ofrecer nada a los demás para que lo hagan ellos también, cada quien resuelve su duelo y cada duelo tiene toda la apreciación y el derecho de ser como es. Nunca son iguales. Pero yo soy muy feliz porque estoy rodeada de sus recuerdos, pero contenta porque me gustó mucho mi vida con ellos, no me faltó nada, los quise, los quiero, cuando uno quiere, se quiere siempre.
¿Estamos en el estudio de don Carlos, qué significaba este estudio para él?
Aquí todos los días subía a escribir, y leía. No pasaba un día en que no tuviese una lectura de dos horas, era muy disciplinado, algo de alemán tenía en su sangre, por su padre era de una disciplina férrea, muy dedicado a su pasión, la literatura escrita y leída. Escribía por las mañanas, nunca fue nocturno. Él trabajaba de día, nunca tuvo la página en blanco como un enfrentamiento o una confrontación. El día anterior a ese día, preparó su novela que ya no escribió, que se titulaba “El baile del centenario” y que tenía una ganas locas de escribir pero la vida es así, aunque uno quiere hacer todo.