Las cartas del joven Colosio a su familia

Luis Donaldo Colosio Murrieta escribe cartas a su padre, Luis Colosio Fernández, durante casi una década, cuando es universitario en Monterrey, Estados Unidos y Europa, en las que plasma un autorretrato con rasgos que estarán presentes en su vida pública: interés por la Revolución Mexicana; admiración por los líderes sociales y la libertad; repudio hacia los regímenes autoritarios, y la convicción que será su sello, de alcanzar el desarrollo del país desde el nivel regional.

De su puño y letra, en el destierro académico, Colosio Murrieta pinta sus emociones y sus afanes y, por momentos, escribe con llanto y alegría en papeles que lleva el correo postal a un pueblo del desierto de Sonora, llamado Magdalena de Kino, donde su padre atesora aquellas líneas que a veces inicia con un enunciado que incita al diálogo: “Querido padre y dilecto amigo”, y que siempre firma con el nombre más cercano a los suyos: Donaldo.

Cartas familiares que datan de 1968 hasta 1979, en las que se encuentran pormenores que convalidan la frase, ya célebre, del discurso de campaña presidencial, en la que dice que es un hombre que proviene de “la cultura del esfuerzo, no del privilegio”; textos que el tiempo remite a la historia, en la ruta de todo lo ocurrido después y hasta 1994; un paquete de palabras que don Luis Colosio habrá de poner en manos de un autor colosista, en 2001, y que hoy salen a la luz pública.

Rafael Medina Martínez es el autor de “Cartas de Colosio; 20 aniversario”, que en los próximos días saldrá a la venta con un contexto biográfico desde que es niño, viaja a la ciudad de México por el premio a los alumnos aplicados de primaria y conoce al presidente Adolfo López Mateos y charla con el poeta Jaime Torres Bodet, investido de secretario de Educación Pública, con quien habla del poema Reloj, que sabe de memoria.

Luego es adolescente y saldrá de su pueblo desértico, en medio de un conflicto estudiantil, en el cual es líder; su padre lo lleva a Sinaloa y cuando regresa, prepara su salida a Monterrey en un vocho, sin lo suficiente para pagar la colegiatura universitaria, que completa con el trabajo de prefecto. Y en ese punto de soledad empieza a escribir.

La edición presenta los manuscritos y su transcripción tipográfica, una nota de pie de página que explica la circunstancia; fotografías inéditas, varias proporcionadas por la familia Colosio Murrieta, completan el trabajo de edición de 400 páginas; el prólogo es de César Camacho Quiroz, presidente nacional del CEN del PRI, y la presentación de Luis Maldonado Venegas, presidente de la Academia Nacional de Historia y Geografía.

El libro saldrá a la venta a más de un mes de que se recordaron los 20 años de la muerte de Luis Donaldo Colosio, quien falleció el 23 de marzo de 1994, cuando era candidato a la Presidencia, en un mitin en Lomas Taurinas, Tijuana.

“Mexicano indispensable”

Camacho Quiroz encuentra en la lectura de las cartas “el origen de las ideas y los ideales con los que construyó la visión de país que nos propuso, con la que nos llenó de esperanza”. Y lo llama “mexicano indispensable” que provoca entusiasmo y genera compromiso.

Luis Maldonado habla en su texto de la inquietud de Colosio por encontrar solución a las desigualdades en México y agradece la generosidad de la familia Colosio Murrieta que consciente la difusión del compendio epistolar que es la narración propia del hombre de Magdalena de Kino.

Colosio se perfila a sí mismo, por ejemplo, el 17 de noviembre de 1972, cuando escribe a don Luis que el día 20 “se celebra la muerte de un millón de mexicanos; se hace gala de demagogia; se reiteran esperanzas y creo que también se celebra el aniversario de una revolución frustrada”.

Estaba a la mitad de su vida, pues 22 años después escoge el Monumento a la Revolución como escenario para pronunciar el discurso más importante de su trayectoria. Allí señalará: “Veo un México con hambre y sed de justicia”.

En esa carta, el licenciado en Economía, Luis Donaldo Colosio Murrieta, comenta a don Luis su impresión viva por el liderazgo que en Tabasco ha visto de quien fuera presidente del PRI, Carlos Alberto Madrazo Becerra, muerto el 4 de junio de 1969, y entusiasta comenta que ha comprado los libros de discursos del tabasqueño, quien en ellos denuncia “este México tan hambriento y sediento de justicia”.

El 13 de septiembre de 1977, ya en posgrado en Filadelfia, ejercita la mecanografía a que lo obliga la universidad en la carta en que plantea su tesis doctoral: “El análisis de las disparidades económicas en México a nivel regional y las políticas de inversión pública y privada para impulsar el desarrollo y comenta su entusiasmo por la lectura que ha concluido en esos días de Memorias de un hombre de izquierda”, de Víctor Manuel Villaseñor, y dice que la Breve Historia de la Revolución Mexicana, de Jesús Silva Herzog, es lo mejor escrito en el tema.

“Me he prometido emprender un estudio concienzudo de los orígenes, proceso y causas de un movimiento que han traicionado los gobiernos posrevolucionarios”, escribe Colosio Murrieta entonces.

Para Rafael Medina, una carta esencial es en la última de la serie. Si en la primera escribe el joven de 18 años que agradece el apoyo paterno para el pago de la colegiatura, el 18 de mayo de 1979 narra a su “querido papá y dilecto amigo” las impresiones de un viaje al campo de concentración de Mouthousen; reaviva su repudio a las dictaduras de Chile, Nicaragua, Argentina y Brasil, y abraza el contraste de la política de derechos humanos de James Carter. Y se considera volteriano.

Lo que sigue es su regreso a México, al arranque de su carrera política. Las cartas son sustituidas por el telefonema y las visitas a la casa familiar, ya no será necesario sugerir a don Luis Colosio que deposite la correspondencia en el correo postal de Nogales, Arizona, más económico y eficiente.

Laura, de Pittsburgh

El viaje del aprendizaje ha terminado y “los años vividos lejos de los seres queridos que uno adora y extraña (…), y que son la realidad vivida y llorada a veces abiertamente y a veces por dentro, cuando un sencillo recuerdo convierte a nuestra alma en un verdadero manantial de lágrimas”, confiesa Luis Donaldo.

Colosio de carne y hueso, narrado por Colosio, como en la carta de abril de 1976, dirigida a su madre, doña Ofelia Murrieta, en la que le pide acepte su matrimonio con Laura, “una muchacha de 20 años, de los alrededores de Pittsburgh”. Le escribe: “Casarme no debe ser motivo de tristeza para ti”.

Y decidido, resuelve que con ese enlace que se lleva a cabo, “doy un paso más en la incierta búsqueda de mi destino”.

De esa forma, su biógrafo Rafael Medina Martínez cierra el capítulo epistolar de la vida de Luis Donaldo Colosio: volvió soltero sin haber tenido herederos.