Por el don de la maternidad, elevó el arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero en Catedral una oración: por las Madres en ocasión de la celebración, por las que viven y las que están ausentes; por las mujeres que esperan concebir, por las que son madres solteras, divorciadas o abandonadas, por las que hoy se encuentran postradas por alguna enfermedad en sus hogares o en los hospitales, por las que se encuentran abandonadas en su vejez, por las que han perdido la libertad y, aún por aquellas que han optado por el aborto.
Llamó a los padres, a los hijos, a las familias a ejercer la reconciliación y su capacidad de perdón para fortalecer, desde la familia a la sociedad que hoy atraviesa por un vacío inconsecuente de valores; llamó a las madres al ejercicio del don del amor sin límite, incondicional, de su capacidad de ternura, dedicación y sacrificio, a no renunciar a ello ante las adversidades.
A quienes, por diversas circunstancias han pensado en el aborto, a reflexionar sobre el profundo sentido de la vida; a no privar de la vida al hijo que está en su vientre, a escuchar su corazón, a sentir sus brincos y a oír esa pequeña voz que grita ¡Mamá!
Recordó a quienes se les ha arrancado injustamente a sus hijos de sus brazos, invitándolas a verse en el sufrimiento y en la adversidad que padeció María, la madre de Jesús. Dijo que las mujeres y, especialmente las mamás, son más fuertes que el hombre, debido a su don especial de amor sin condiciones, sin límites.
Hoy, en el contexto actual de la sociedad, en que se han venido apagando las luces de los valores, dijo, se requiere de la luz y de la fuerza de las madres; la luz de una madre, en este difícil contexto –aseguró el jerarca católico potosino.., es una luz segura.
Aseguró que aunque en el encuentro entre los padres y los hijos este se presente con rispidez, debido precisamente a la pérdida de valores, la madre no se rinde, no renuncia, no claudica:
—Mamá, no te resistas a iluminar tu hogar, con tu entrega, con tu cariño, con tu amor sin límite –subrayó.
Deseo que esta fecha sea propicia para la reconciliación, para el perdón, para volver al cauce del tiempo el agua fecunda de la vida; esta celebración, abundó, no puede suscribirse a un solo día; debe mantenerse todos y cada uno de los días.
—Padres –convocó—imprégnense de cariño, dense un abrazo, dense un beso… atrévanse a perdonarse y abrazar esta única regla: el amor mutuo, la entrega generosa y, sobre todo, a rezar juntos el rosario, porque la familia que ora junta se mantiene siempre unida, a pesar de las adversidades.
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