Hoy yo propongo que se retome el reglamento para el uso de la bicicleta y se prohíba estrictamente ir en contra de las vialidades o sobre las áreas peatonales como banquetas, andadores, en general en zonas peatonales y además en cualquier momento, demostrar la legítima propiedad de las mismas, ya que hoy el 90% de estos vehículos es utilizado para la comisión de delitos y se han convertido en un riesgo para la tranquilidad y seguridad de los automovilistas, los peatones y los mismos ciclistas.
Readaptando y haciendo cumplir de manera estricta el reglamento de tránsito se podría tener un uso adecuado de este medio de transporte que en cualquier otra ciudad del mundo, es un transporte ecológico, económico, práctico y cotidiano.
Nuestra ciudad por su ubicación en el centro del país y por su comunicación directa con el Distrito Federal, la ciudad de Monterrey y los Estados Unidos, desde el siglo XIX fue receptora de cuanto avance o tecnología se iban desarrollando tanto en la capital de la república, como en la industriosa ciudad de Monterrey que a su vez mucho recibía de los E.U.; una vez inaugurado el ferrocarril al puerto de Tampico hubo más acceso a otras tecnologías venidas como decían entonces, de ultramar.
Entre toda esta tecnología que el siglo XIX trajo a nuestra ciudad antes que a otras ciudades de la república, fueron los motores a vapor, la bombilla eléctrica, el telégrafo y la bicicleta.
La bicicleta como un artículo al principio acrobático, pero en poco tiempo un artículo de distinción y rapidez para comunicarse.
Las guerras además de muertos dejan adelantos tecnológicos y después de la primera guerra mundial, principalmente por el puerto de Tampico llegaron una gran cantidad de bicicletas de diseño francés con unos resortes en las horquillas y en el asiento que le daban una gran suavidad al ciclista además de ir equipadas con unas llantas de aproximadamente 3 pulgadas de ancho a las que la gente denominó “balonas”. Estas bicicletas eran un poco más pesadas, pero eran muy cómodas porque incluso hasta la cadena de tracción iba cubierta.
Pero debido a su precio la población prefirió otras más sencillas: más veloces, más baratas y que se descompusieran con menos frecuencia.
En nuestra ciudad para la década de 1930 empezaron a disputarse las calles los vehículos automotrices, las bicicletas y el transporte de tracción animal que aún quedaba.
Con la modernización de los ferrocarriles, es decir, la implementación de la vía ancha con el llamado Riel 180, el comercio con Norteamérica se hizo más fluido y las bicicletas y sus refacciones empezaron a llegar de aquel país.
Para la década de 1940 hubo necesidad de empezar a reglamentar la circulación de las bicicletas.
Para la década de 1950, a los ciclistas se les exigió que su bicicleta portara placa, tarjeta de circulación y un número marcado en el cuadro para garantizar su legítima posesión; los ciclistas obligatoriamente tenían que ajustarse a las reglas de tránsito y vialidad. Tenían estrictamente prohibido circular por la noche sin la llamada farola que era una luz con alta y baja que se alimentaba con un dinamo que a su vez era accionado por la costilla de cualquiera de las dos llantas.
También el reglamento indicaba que era indispensable llevar un objeto sonoro, ya fuera timbre o corneta de aire para anunciar su presencia a los transeúntes y a los otros vehículos. Hoy debe reglamentarse la circulación y posesión de las bicicletas.
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