Urge el cambio a una economía productiva

No estamos aprovechando el amplio potencial de México para permitir un modo digno de vida a todos los habitantes de este maravilloso país. Tenemos la 12ª economía más grande del mundo, según el total de su producción, pero si se calcula lo que produce cada mexicano nos vamos hasta el lugar 72 de 177 países (cifras del Banco Mundial).
Estudios de la UNAM, la OCDE, el Coneval publican datos alarmantes de la persistencia de la pobreza en muy amplios sectores de la sociedad mexicana, con una gran concentración del ingreso y la riqueza y la proliferación de actividades altamente especulativas, el sistema bancario y los grandes desarrollos inmobiliarios en lugar destacado.
Repasemos otros datos básicos (redondeados por el que esto escribe para mayor claridad). El total de la población del país es ya de unos 120 millones de habitantes. Los niños y jóvenes menores de 14 años son unos 30 millones.
Los individuos de 14 años y más, que se considera están en edad de trabajar, llegan a 90 millones; sin embargo, una parte importante de éstos, unos 37 millones, se dedican al hogar, estudian, están pensionados o tienen impedimentos personales para trabajar y se les califica por tanto de población no económicamente activa. Así, los que trabajan o buscan hacerlo, la población económicamente activa (PEA), llegan a unos 53 millones de personas.Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el desempleo en México es de apenas alrededor de un 5 por ciento de la PEA; es decir, solamente cerca de 2.7 millones carecerían de empleo, y poco más de 50 millones estarían activamente trabajando, lo que no se compagina con todas las evidencias de los ejércitos de desempleados y de subempleados en los más ínfimos puestos que diariamente vemos por todas partes del país.
El propio Inegi da un indicio de esta situación cuando aclara que, de entre los supuestamente empleados, “se manifiesta un subuniverso de casos que declaró tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas, razón por la cual a este subconjunto se le denomina subocupados.
En marzo pasado, éstos representaron 8.3% de la población ocupada”. Y, claro, tendremos una visión completa de la empeorada situación del trabajador mexicano (y de los miles de inmigrantes ilegales que en México también buscan un trabajo para sostenerse) si además consideramos los muchos millones de personas que se ganan la vida en los trabajos precarios de la informalidad, que sufren, no tan sólo en el sector privado sino en el sector público también, el escamoteo de prestaciones sociales y económicas, la no inscripción en el seguro social o en el ISSSTE; jornadas extendidas de trabajo; sujeción al pago por honorarios o a recontrataciones o renuncias frecuentes para no crear antigüedad; falta de capacitación, de entrenamiento, de perspectivas de progreso en el trabajo.
Agréguese la desarticulación de la estructura productiva que en los últimos decenios ha tenido lugar en nuestro país: insuficiente inversión, escaso progreso técnico, una proporción desbocada del sector comercio y servicios, a costa de la diminución de la importancia de la agricultura y otras actividades primarias, y de la industria, convertida en mucho en maquiladora de partes, piezas y tecnología extranjeras.
La debilidad productiva interna resultante de una estructura así es incapaz de generar el crecimiento y la oferta de empleos que los mexicanos en edad de trabajar necesitan.
Este trato tan severo al factor trabajo mexicano tiene por supuesto su efecto en la disminución de salarios reales, en un mercado interno raquítico y en la ubicua inequidad económica y social y el clima de cruenta lucha por la existencia y de conductas criminales a que da lugar.
Así, México es partícipe de la desigualdad creciente económica y social, que tiene una nueva manifestación en muchos países del mundo, incluso en Estados Unidos, tendencia agravada también en estos tiempos modernos por el uso de las tecnologías de la información, que pueden ser muy útiles herramientas en la gestión y administración usadas con sentido humano, pero que más bien se están utilizando en el diseño de la administración computarizada que controla paso por paso al trabajador para que rinda más… y gane menos (Simon Head, “Mindless. Why Smarter Machines are Making Dumber Humans”. Basic Books, New York, 2014).
Urge por ello revertir esta situación. Pero no con la recurrencia a factores externos, a la providencial inversión extranjera, el “deus ex machina” con que la propuesta de reforma energética y de sus leyes secundarias quieren transformar el pobre desempeño de la economía mexicana.
No, más bien se requiere un fuerte estímulo al valor agregado nacional en los sectores industriales… y en las actividades agropecuarias y pesqueras; dice el secretario de la Sagarpa, Enrique Martínez y Martínez. Que “el campo tiene problemas crónicos que vienen desde hace dos décadas, pero no está destruido”; bueno, esperemos que la reforma al campo que va a proponer para reactivarlo efectivamente busque la autosuficiencia alimentaria y el aumento del valor agregado y la productividad campesina; y que evite el continuo desmantelamiento de las defensas de los campesinos mexicanos contra invasiones, expropiaciones abusivas y otros atentados a sus comunidades.

 

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