Tal como se ha utilizado en pacientes con parkinson, depresión aguda y trastorno obsesivo compulsivo, la estimulación cerebral profunda (ECP) puede ser una alternativa de tratamiento en personas con alzheimer.
Investigadores alemanes están probando esta técnica con el fin de retrasar el avance de la enfermedad y mejorar ciertos aspectos cognitivos.
Los resultados hasta ahora son prometedores, según un artículo publicado en la revista científica Molecular Psychiatry.
El procedimiento utiliza la neuroestimulación, mediante electrodos que se introducen a través de dos incisiones muy pequeñas en áreas específicas del cerebro, en particular los núcleos basales de Meynert (relacionados con la memoria).
Todo unido a una especie de marcapasos, con una batería y cables de conexión.
En los núcleos basales de Meynert se concentran importantes niveles de acetilcolina, un neurotransmisor decisivo en las conexiones neuronales y que está implicado en el rendimiento cognitivo.
La experiencia con seis pacientes, cuatro mujeres y dos hombres de 57 a 79 años -todos con diagnóstico de deterioro cognitivo moderado a severo-, muestra algunas mejorías, sobre todo en test neuropsicológicos, de afluencia del lenguaje, semántica y trabajo con dígitos.
Lo más importante, enfatizan los investigadores, es “la seguridad del procedimiento”, ya que tras un año de uso no se observaron efectos adversos, y cuatro de los seis participantes mostraron mejorías. “Los pacientes con alzheimer que reciben estimulación profunda del cerebro muestran un descenso menos pronunciado en la capacidad cognitiva en comparación con quienes no se someten a este tratamiento”.
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