‘Guerra’ de acusaciones entre autodefensas

El retén que se instaló en la carretera costera del pueblo de Chuquiapan impidió la toma del puerto, considerado el principal bastión financiero del cártel de Los Caballeros Templarios.
Esta barricada fue establecida el 26 de febrero pasado, dos días después de que un frente de guardias campesinos y nahuas de los municipios de Aquila, Coahuayana, Chinicuila y Coalcomán arrancaran del extremo opuesto de la costa y en nueve días avanzaran 260 kilómetros hasta Caleta de Campos.
Una refriega ocurrida el 27 de abril, cuando la autodefensa de Caleta intentó cruzar la barricada, con un saldo de cinco personas muertas ahí apostadas, provocó que los dos principales bloques que integran las guardias civiles michoacanas se acusaran mutuamente de favorecer a algún cártel.
El grupo que encabeza Papá Pitufo suma a los principales dirigentes de la zona de Tierra Caliente, entre los que están acomodados productores agrícolas y ex templarios “perdonados”; el otro bando está liderado por Manuel Mireles, quien es apoyado por autodefensas de la meseta purépecha y de la costa, quienes se han negado a integrar a templarios “perdonados”.
El 1 de mayo, la conductora de Televisa Adela Micha transmitió una entrevista con Papá Pitufo, en la que le preguntó sobre la autodefensa de Caleta.
—¿Son del cártel Nueva Generación [asentado originariamente en Jalisco]?
—Del cártel Nueva Generación, ellos iban a otro propósito: el puerto de Lázaro Cárdenas —respondió Papá Pitufo.
Por su parte, Mireles afirma sobre el mismo hecho: “Ninguno de los muertos era de Chuquiapan, era puro templario de Lázaro Cárdenas y de La Mira”.
El líder de la autodefensa de Caleta, Gabriel Caballero, alias Plátanos, asegura en entrevista con este diario que líderes templarios de la región, como El Chabelo y El Quinientos, quienes financiaron a los milicianos de la barricada, están aliados con Papá Pitufo. “Y me han dicho por teléfono que me quieren chingar”, afirma Plátanos.
El ataque
El 27 de abril, a las 15:30 horas, 200 hombres de la autodefensa de Caleta, montados en una veintena de camionetas y acompañados en la retaguardia por un convoy de la Policía Federal (PF), a mando del comandante Valerio, se lanzaron a tomar Lázaro Cárdenas.
En el retén había un campamento improvisado con gente civil, aparentemente desarmada, y hombres encapuchados controlaban el libre tránsito de particulares.
El guardia rural Aníbal Barajas dice que la instrucción fue disparar sólo si eran atacados, y que cuando intentaron pasar por el punto les cruzaron una camioneta en el camino y los balearon.
“Uno que estaba en el cerro disparó, y dos que estaban en la barricada salieron disparando, fueron los que primero abrieron fuego”, relata Barajas.
Pero desde el lado adversario, el señor Jesús Ramírez asegura que no tenían armamento.
“Mentira, nosotros no disparamos para nada”, expresa. “Nadie había en el cerro”.
Horas después, Manuel Mireles y Papá Pitufo arribaron al lugar por distintos caminos.
Mireles llegó por la costa acompañado de una decena de camionetas y se reunió con la autodefensa de Caleta.
Luego, Papá Pitufo y unos 50 vehículos bajaron por la sierra con un convoy de la Policía Estatal para proteger el retén.
Las evidencias de Caleta
En el operativo conjunto de la autodefensa de Caleta y la PF, en Chuquiapan, encontraron un documento firmado el 8 de marzo de 2014 por Papá Pitufo y medio centenar de personas, quienes solicitaron al vicealmirante Luis Orozco, de la Décima Zona Naval Militar, que protegiera la barricada porque temían el ataque “de algún grupo delincuencial”.
El escrito hablaba sobre los encapuchados: “No contamos con ningún tipo de armamento y es por ese motivo que nos cubrimos el rostro”.
En el operativo también se encontraron armas y uniformes oficiales de la Marina y del Ejército enterrados en el pueblo.
La autodefensa trasladó a Caleta a cuatro muchachos halcones, videograbaron los interrogatorios sin que salieran sus rostros y luego los dejaron deambular en libertad.
Los jóvenes dicen en sus testimonios que los contrató una señora de nombre “Mary”, de Playa Azul, que les pagaba mil 200 pesos por semana con el objetivo de “trabajar con los comunitarios en beneficio del pueblo”.
Cada uno de ellos asegura que Papá Pitufo bajaba hasta el retén a visitarlos. Uno comenta: “Se juntaba mucho con los templarios Papá Pitufo”.
La autodefensa obtuvo además algunas declaraciones oficiales de los halcones de la barricada, en las que afirman que ahí había hombres con armas de grueso calibre.
En cinco testimonios videograbados, un hombre y cuatro jóvenes declaran provenir de La Mira o de Lázaro Cárdenas.
Los muchachos, que podrían ir de los 15 a los 18 años de edad, explican que les pagaban de mil a mil 200 pesos por quincena por estar en el retén.
Uno de ellos precisa que alrededor de ocho hombres armados “estaban ahí arriba, en el paredón”, como le llaman al acantilado del cerro, mientras otros más se ocultaban a ambos lados de la carretera.
Plátanos expresa, además, que la autodefensa encontró un narcolaboratorio cerca de Chucutitán con un testigo que incriminó a Papá Pitufo: “Sin presionarlo ni nada, [dijo: ‘Es de Papá Pitufo’”.
Las reuniones
El 29 de abril, el Consejo de las autodefensas se reunió y citó a Plátanos. Éste no asistió, mandó a un representante y se decidió su expulsión y el desconocimiento de la autodefensa a su mando.
Al siguiente día, el Consejo realizó otra reunión en una enramada costera de Aquila, a la que no asistió Papá Pitufo pero sí su segundo de a bordo, El Gordo, un productor aguacatero que el ala contraria vincula con los templarios.
Plátanos asistió y dio su versión, mostró el documento citado y unas camisetas que decían: “Grupo de autodefensa”, que según testimonios de gente del retén les regaló Papá Pitufo.
Mireles dice que en la reunión Plátanos increpó a El Gordo y le dijo que tenía un video en el que salía recibiendo dinero de Servando Martínez Gómez, La Tuta.
Mireles detalla: “Fue cuando se paró El Gordo y dijo: ‘Es que todos hemos estado sentados junto a La Tuta, y yo le dije: ‘Yo no, yo no’”.
Más tarde, El Gordo retomó de nuevo el tema y justificó su encuentro con La Tuta con motivo de haber sido extorsionado: “¿Quién no se reunió así con La Tuta? Empresarios, empacadores, productores”, enlistó.
El Consejo no expulsó a la autodefensa de Caleta ni a Plátanos; por el contrario, decidió cerrar filas.
Al día siguiente, en la reunión que el Consejo mantuvo en Apatzingán con Alfredo Castillo, comisionado para la Seguridad en Michoacán, Papá Pitufo introdujo a una decena de personas que dijeron ser afectadas de Chuquiapan.
Al terminar el encuentro, Castillo y Papá Pitufo, con Mireles detrás con el rostro tenso, se encontraron con la prensa.
Papá Pitufo externó que se desconocía a la autodefensa de Caleta hasta que no se aclarara “quiénes son los culpables de los asesinatos” de Chuquiapan.
Su declaración unilateral provocó el enojo entre las autodefensas de la costa, la mayoría nahuas, que han fortalecido una retícula de organización comunitaria sin líderes mediáticos.
Semeí Verdía, el dirigente nahua de Ostula, replicó: “Papá Pitufo sólo es un vocero y no es nadie para correr a alguien”. Y agregó: “Da mucho qué pensar que ellos han tomado muchos municipios sin agarrar ni un pinche halcón. ¿Qué no habrá ahí un negocito con los templarios?”.
Las declaraciones
La tarde del sábado 3 de mayo, Papá Pitufo, El Gordo y una decena de camionetas convivían en el retén de Chuquiapan con mujeres y hombres ahí instalados. Habían arribado la noche previa con 50 vehículos, acompañados por un convoy de la Policía Estatal.
Papá Pitufo estaba por trasladarse a la plaza de Chuquiapan para formalizar la autodefensa local y el comité ciudadano de dicha agrupación.
Al comentarle que se le acusa de vínculos con templarios por apoyar a Chuquiapan, señaló hacia la gente que tenía al lado y exclamó: “¿Ellos son templarios? ¡Es gente del pueblo!”.
Y continuó: “Yo no apoyo a ningún criminal y no tengo diferencias con el doctor Mireles, ¡que quede bien claro!”.
Sin embargo, Manuel Mireles, sin hacer señalamientos directos, externa: “Hay mucho interés económico y se van a matar por el interés económico”.
“Aquí hay cabrones que eran cortadores de limón y ahora son dueños ya de seis huertas de aguacate”, cuenta Mireles. “Hay cabrones que no tenían ni una pinche bicicleta y ahora resulta que son dueños de 12 tráileres, y yo los estoy denunciando”, añade.
—¿Y Papá Pitufo está involucrado o infiltrado? —se le pregunta.
—Yo no puedo decirte, porque si tú lo publicas va a haber más gente que me va a chingar —responde.

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