“Levanté con los dedos el cristal de las aguas, contemplé su silencio y me adentré en mí misma”. Estos versos del poema “Laguna de Fuentepiedra” definen bien el espíritu y el sentir de la poeta andaluza María Victoria Atencia, premiada hoy con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
El galardón, considerado el premio institucional más importante de este género en lengua española y portuguesa, ha recaído en esta poeta de mirada honda y cristalina, nacida en Málaga (sur) en 1931 y una de las pocas mujeres de la llamada Generación de los 50.
Atencia se convierte así en la primera poeta española que gana este premio, y la cuarta mujer, por detrás de la cubana Fina García Marruz, la peruana Blanca Varela (2007) y la portuguesa Sophía de Mello (2003).
El amor, la soledad, el mar, la nostalgia, la música, la pintura y los detalles pequeños pero inmensos y universales de la vida cotidiana conforman el universo poético y casi místico de esta mujer, que estudió piano y poesía en su Málaga natal.
El jurado que hoy ha fallado el premio resaltó de la poeta su cualidad para “dialogar con la tradición” y su capacidad de convertir lo cotidiano en algo trascendente”.
Y es que la poeta busca la luz en el silencio de lo cotidiano, como dice en su poema “La casa”: “Me adentraba en ella -ante mí en la cubierta del libro-/ en su planta cuadrada y un silencio en sus muebles que adivino o invento: podría pintarla como cuando era niña y abrir con una cuchilla sus ventanas”.
Y continúa: ” (…) porque ella era mi mundo inserto en otro mundo de intimidad discreta que yo invadía y daba a los demás”.
Vinculada desde muy joven a los poetas del grupo Caracola, María Victoria Atencia estuvo casada con el editor malagueño, Rafael León, padre de sus cuatro hijos.
La trayectoria de su poesía está determinada por tres etapas. La primera, que abarca hasta 1961, representa su inmediatez emotiva y expresiva; la segunda, que comienza en 1971 con la obra Marta y María, en la que su fuente de inspiración se encuentra en lo doméstico.
Y la tercera, que comienza en 1979 con El coleccionista, con temas que giran en torno al arte, la pintura y la música.
Entre sus libros destacan Tierra mojada, 1953; Cuatro sonetos, 1955; Cañada de los ingleses, 1961; Los sueños, 1976; El mundo de M.V., 1978; Compás binario, 1979; Adviento, 1983; Trances de Nuestra Señora, 1986; De la llama que arde, y La pared contigua, de 1989.
En 1990 realizó una recopilación de los trabajos más representativos de su trayectoria literaria en Antología poética y a ésta le siguieron: La señal, del mismo año, y La intrusa y El puente, ambas de 1992.
Colaboradora de la revista Caracola y codirectora de la colección Cuadernos de poesía, en 1997 fue galardonada con la Medalla del Ateneo de Málaga.
Un premio que se suma a los muchos que posee la poeta. En 1998 ganó el Premio Andalucía de la Crítica en la categoría de poesía, con la obra Las contemplaciones, libro de poemas con el que también obtuvo el Premio Nacional de la Críti
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