Visionario, rebelde, poeta, pintor y grabador iconoclasta anticipado de su tiempo, William Blake, el creador total del siglo XVIII puede conocerse ahora en su totalidad gracias a la publicación completa de sus “Libros Proféticos” .
Un ambicioso proyecto de la editorial Atalanta reunido en dos volúmenes en bilingüe y con la reproducción por primera vez de todas las ilustraciones. El primer volumen salió a finales del pasado año y esta semana se publica el segundo.
Y, con él, un mundo entero plagado de mito y de símbolos, de imaginación y misticismo contra el racionalismo castrante de aquel momento y de hoy en día; una visión que Blake, que nació en Londres en 1757 y murió en Ibrídem en 1827, defendió por encima de todo -algunos los consideraban un loco- de forma premonitoria, porque el poeta era un anticipado de su tiempo.
Para Blake, la auténtica “imaginación” , según relata en la introducción del primer tomo Patrick Harpur, constituía “otro reino bastante alejado de nuestras pequeñas mentes, habitado por dioses y dáimones que interactúan en esos relatos arquetípicos que llamamos ‘mitos’. Algo equivalente al inconsciente colectivo de C.G. Jung” .
Un mundo creado a partir de las lecturas que el poeta hizo de la Biblia, de Milton, de Swedenborg o de la Cábala en el que Blake hablaba de las consecuencias nefastas para el hombre de la separación del cuerpo y el alma.
Para Jacobo Siruela, responsable de la editorial Atalanta, “Lo paradójico de Blake es que fue el artista más moderno y adelantado de su época y, a la vez, el que escribió la crítica más radical contra la modernidad. Blake pensaba que la fuente de la realidad exterior estaba en nuestro interior, y que la potencia más espiritual era la imaginación creadora” , subraya.
“Para él -continúa-, el cuerpo era la parte del alma que se percibe con los sentidos. El error fundamental de nuestra civilización es la separación de la mente y el cuerpo de la Naturaleza. Deploraba el materialismo utilitarista que se estaba aposentando en Inglaterra.
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