La migración chiapaneca a Estados Unidos, que se comenzó a generalizar en toda la entidad a partir de 2002, ha cambiado los hábitos alimenticios en el estado. Como consecuencia, en las comunidades indígenas y campesinas se han disparado los casos de diabetes.
De acuerdo con datos del Inegi, hace una década las muertes por diabetes y los males asociados a esta enfermedad ocupaban el lugar 13, sin embargo, actualmente es la quinta causa de defunciones.
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Más aún, los adultos chiapanecos que han sido diagnosticados con este mal han pasado de 3%, en 2000, a 5.6%, en 2012: alrededor de 300 mil personas.
Con estudios del Instituto Nacional de la Salud Pública, el director del hospital regional de Comitán, de la Secretaría de Salud (SSA), Francisco Javier Paniagua Morgan, sostiene que con la migración los indígenas y campesinos comenzaron a privilegiar harinas y azúcares y a dejar de consumir lo que producían en sus comunidades.
Así, el consumo de bebidas embotelladas desplazó al pozol, bebida ancestral de la cultura maya, a base de agua y maíz, que en algunas regiones se le agrega cacao.
Sin embargo, no sólo la migración disparó los casos de diabetes en las comunidades, sino también los bajos precios del refresco embotellado. Van dos ejemplos: una Coca-Cola de 2.5 litros en envase retornable tiene un precio de 20 pesos en las comunidades urbanas, mientras que en las zonas indígenas y campesinas se vende en 14 pesos; de igual forma, un refresco desechable de 600 mililitros tiene un precio de 10 pesos en las urbes y de únicamente cuatro pesos en las áreas rurales.
Los casos de diabetes han surgido principalmente en los 28 municipios con el menor Índice de Desarrollo Humano (IDH), donde 8.4% de los 31 mil 481 indígenas tzeltales y tzotziles no cuentan con agua entubada.
Adiós al pozol
En San Juan Chamula, los tzotziles que van a las zonas de siembra ya no llevan el pozol y han sustituido esta bebida por el refresco embotellado, incluso la bebida ha sido incorporada por los chamulas a los usos y costumbres, principalmente en ceremonias religiosas y fiestas, al grado de que “sería muy difícil” sustituirlo o hacerlo a un lado, expuso la presidenta del DIF Municipal, Dolores Sántiz Gómez.
“La Coca Cola es ya una forma de la cultura y su consumo representa una reafirmación a la creencia de los tzotziles”, agregó la funcionaria.
Los iloles (médicos tradicionales), por su parte, emplean la bebida para realizar sus curaciones de mal de ojo, empacho y otros males.
Quienes han entrado al templo de San Juan, se sorprenden ver a los iloles colocando botellas de refresco entre velas multicolores, aves, incienso y ramas de pino.
Crecimiento exponencial
Marcos Arana, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, quien impulsó una campaña en la televisión a favor del impuesto a los refrescos, para que con ese recurso se construyan bebederos de agua en las escuelas, está convencido de que con ese gravamen disminuirá su consumo en las comunidades.
Alerta que el refresco embotellado desplazó el consumo de alimentos locales, por ejemplo, la gente que bebía pozol para ir a trabajar a su parcela, ya no lo hace y este alimento ha quedado en desuso, lo que ha afectado “la salud y la nutrición de la población en general”.
El consumo de refresco embotellado en las comunidades indígenas de Chiapas ha sido inducido, a través de una “muy agresiva campaña de comercialización”, donde no solo intervienen la Coca Cola, sino otras compañías. “Es una avalancha tremenda”, explica.
“El problema de la diabetes en la población indígena del estado de Chiapas se ha triplicado en los últimos 20 años; esto es terrible”, expone el investigador.
La diabetes es un problema “transgeneracional” en las comunidades pobres e indígenas, todo por el consumo de refresco embotellado, alentado por los “intereses comerciales”.
Lo que viene ahora, agrega el especialista, es que con el nuevo impuesto el Estado dote de agua a las comunidades y construya bebederos en las escuelas.
Marcos Arana recordó que durante la epidemia de influenza en México (2009), el Instituto Nacional de Nutrición y el DIF Chiapas realizaron un censo “para conocer la disponibilidad de agua en las escuelas y nos encontramos que en las 17 mil instituciones de educación básica no había agua potable, situación crítica que alienta el consumo de los refrescos”.
Las comunidades indígenas deben proponer los lugares para instalar los bebedores de agua, pero el gobierno, por su parte, debe instrumentar un “programa educativo adecuado” y regular la publicidad agresiva de las refresqueras, menciona el investigador.
Finalmente, Arana asegura que en San Cristóbal de las Casas —donde se ubica la más grande planta envasadora de refresco de la entidad— muchas colonias que se encuentran en los alrededores de la empresa, no cuentan con agua, pues la refresquera realiza un “acaparamiento de las concesiones” para extraer el líquido.
El activista Gustavo Pérez Basulto complementa que esa embotelladora cuenta con dos pozos profundos que autorizaron los ex alcaldes Mariano Díaz Ochoa y Sergio Lobato; sin embargo, admite que se desconoce el número de litros que se extraen por segundo.