El número de muertos dentro del Sistema de Transporte Colectivo (SCT)Metro se ha ido incrementando año con año, hasta alcanzar una abultada cifra de 80 decesos en el 2013, lo que significa un incremento de 186% respecto a 2010, en que se registraron 28 muertes.
La cifra consignada en lo que va de este 2014 ya alcanza las 18 muertes, contando los dos últimos arrollados en la estaciónCopilco; uno de ellos, el pasado 2 de abril, cuando un par de amigos alcoholizados aventaron a su compañero a las vías —acción que fue ampliamente difundida en un video en los medios de comunicación—, y otro, el pasado 22 de abril, cuando un chico también cayó en las vías cerca de las 15:00 horas, según tiene constancia un Diario de circulación nacional con fotos y video en su poder.
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La cifra de decesos dentro de las instalaciones del Metro, según datos del STC y la Secretaría de Seguridad Pública del DF (SSPDF), señala que en 2010 se registraron 28 casos; en 2011, 58; en 2012, 62, y en 2013 llegaron a 80.
Las causas de estas muertes, pueden ir desde accidentes, arrollados, suicidios, muertes naturales y homicidios, hasta casos misteriosos como el de la “enmaletada”, cuyo cuerpo cercenado se encontró en la estación San Antonio, en diciembre de 2013, y el cual fue vinculado a un acto del crimen organizado, pues llevaba una narconota.
La política institucional del Metro respecto a este tema es hermética y esto impide examinar caso por caso, y determinar qué es exactamente lo que ha provocado este repunte en las muertes.
Bajo el argumento de que “se trata de un tema sensible”, el Metro se negó a otorgar una entrevista a este medio y dijo que la SSPDF era la encargada de dar una postura. Esta dependencia capitalina, por su parte, arguyó que el Metro es el responsable final de lo que suceda dentro de sus instalaciones.
De acuerdo con el Manual Administrativo del Metro, publicado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 24 de febrero de 2010, el STC tiene una Gerencia de Seguridad Institucional, que es la encargada de la “detección, reporte y registro de los incidentes ocurridos en las estaciones de la red de servicios del Sistema de Transporte”. De hecho, al momento en que se presenta un incidente, los empleados del Metro están obligados a llenar un formato especial, cuyo machote tiene este medio, con todos los pormenores de la víctima, de la circunstancia en que sucedió y las personas involucradas en el rescate del cuerpo; por lo que el Metro tiene información que no revela.
Sumado a esto, en ninguno de los 146 comunicados difundidos por el Metro en 2013, se hace mención a este tipo de casos, y sólo se tiene constancia de algunas muertes gracias a los medios. Una revisión hemerográfica realizada por este diario muestra que sólo 14 casos de muerte fueron registrados por la prensa en 2013, y ocho en 2014.
La otras cifras
Existe un desfase constante entre las cifras presentadas por el Metro (a través de Transparencia) y las de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).
De acuerdo con el Metro, en 2013 se registraron 80 muertes en sus instalaciones, mientras que la procuraduría capitalina asegura que hubo 74 decesos: 20 suicidios y 54 homicidios culposos, principalmente arrollados (el caso de los arrollados es calificado como “homicidio culposo”, ya que el conductor comete el homicidio, pero sin dolo ni premeditación, y en la mayoría de los casos se debe a la imprudencia de los propios usuarios que bajan o se caen a las vías).
Así, en 2013 se observa una diferencia de seis cuerpos entre ambas cifras, lo cual es un misterio, y bien podrían corresponder a cadáveres hallados en las instalaciones, como el caso de la “enmaletada”, según algunos testimonios de empleados recogidos por este diario.
De continuar la tendencia a la alza, 2014 podría ser el año con más muertes en el STC. De enero a marzo de 2014, la PGJDF tiene registrados siete suicidios, 11 homicidios culposos y un homicidio doloso; quiere decir que en el primer trimestre del año se han registrado 19 casos, a los que habría que sumar los dos últimos de Copilco, para totalizar 21. Por su parte, el Metro ha reportaron sólo 18 decesos, en lo que va del año.
De los 14 casos documentados en medios, en 2013 se encontró que siete fueron suicidios, dos accidentes, un homicidio y un cadáver, el caso de la “enmaletada”. En 2014, se han documentado en la prensa ocho casos, de los cuales tres son homicidios, dos suicidios y tres más sin determinar.
Flagrante violación a la ley
Eran casi las 20:00 horas del 8 de agosto de 2013, y lloviznaba en la ciudad de México. Por eso, porque la lluvia comenzaba a hacerse notar, David Hernández bajó la velocidad del tren que conducía en la Línea 8, que a tramos va por la superficie. David estaba entrando a la estación Iztacalco, y a lo lejos vio cómo el tren que le antecedía se alejaba rápidamente. “Me dan la señal verde y cuando entro a Iztacalco veo algo en la vías. Pensé que era una bolsa de basura, pues sólo se veía un bulto, y cuando me acerco más, es cuando me percato que es un cuerpo, y freno el tren. Mi compañera, quien iba justo delante de mí [en otro tren], lo había arrollado, y se había seguido sin darse cuenta”, narra el conductor.
En ese momento, David tiene que seguir un protocolo de actuación. Lo primero es dar aviso al ‘regulador’ para que corte la energía. Enseguida informa de lo sucedido.
Lo primero que se hace es preguntar al conductor si está bien, para ver si él mismo puede iniciar el desalojo: “En la mayoría de los casos el conductor queda en estado de shock y se lo llevan de la escena para que le den apoyo sicológico; pero en mi caso yo estaba bien, así que por indicaciones del ‘regulador’ yo mismo inicié el desalojo de pasajeros”, comenta David.
Posteriormente David indicó el lugar dónde quedó el cuerpo, “y comenzaron a llegar los servicios médicos, quienes determinan si la persona está viva o muerta; y también se llama a la policía”, agrega.
Si la persona esté muerta, los trabajadores del Metro están autorizados a levantar el cadáver antes de que lleguen los agentes del Ministerio Público (MP); esto, en virtud a un acuerdo que mantiene el STC con la PGJDF y otras dependencias de seguridad, con el fin de reanudar la puesta en marcha del servicio lo más rápido posible, según confirman fuentes del propio Metro.
Se suele trasladar a los cadáveres a dos locales destinados para ello, “y se colocan en una especie de cama de piedra, para esperar la llegada del MP, que la mayoría de las veces tarda horas en llegar”, comenta otra fuente del servicio de vigilancia que pide guardar su anonimato.
“Muchas veces, con sólo pedir autorización para sacar el cuerpo de las vías, se da, y quien en ese momento tenga los medios lo puede hacer, con tal de no retrasar mucho el servicio”, agrega el vigilante. “Los peritos tardan mucho en llegar, y aunque a veces sí buscan entrevistar a la gente que ayudó a sacar el cadáver, la mayoría se hacen los occisos porque nadie quiere tener líos con la ley”, añade.
Para la abogada penal y académica María del Carmen Serrano, el hecho de que los trabajadores del Metro puedan hacer el levantamiento “es una violación flagrantísima del derecho penal, pues alteran las funciones que le corresponde legalmente al MP, quien tiene que levantar una averiguación previa para deslindar responsabilidades”.
“Lo primero que se debe hacer cuando hay un cadáver es no tocar nada; y esperar la llegada del MP, para que determine si el Metro es un escenario de crimen, y si hay responsabilidad o no”, agrega.
Con este convenio, “cambian todo el panorama y todos los elementos constitutivos de un delito se van a alterar; no están haciendo la averiguación. La escena de un delito nunca se debe alterar, pues al contaminarla se pierde elementos que determinan la responsabilidad”, agrega Serrano.
Los misterios sin resolver
Esto sucedió a inicios de 2014. Lo narra un trabajador del Metro al que llamaremos Pedro, con más de dos décadas en puesto de monitoreo.
Fue en enero. Uno de los conductores del Metro estaba por pasar debajo de un puente peatonal de Tlalpan cuando vio una bolsa de plástico negra caer desde arriba. El conductor del tren paró el convoy a unos metros de la estación Xola de la Línea 2, llamó al centro de regulación y dijo por radio: “Bolsa con presuntos restos humanos cayó a vías”. En menos de cinco minutos el centro de monitoreo sabía la noticia.
La bolsa, como lo temía el chofer, se convirtió en un problema: “Tenía un cuerpo descuartizado”, dice Pedro. “La instrucción tajante, que vino de ‘arriba’, para contener las consecuencias de lidiar con un cadáver fue que el muerto iba a ser un “indigente que bajó a las vías”.
Este hecho, del cual tienen conocimiento varios empleados, recuerda el hallazgo de la “enmaletada”. Nadie podía explicar cómo un señor de 1.50 metros de estatura, de unos 40 años, había podido transportar una maleta con restos por 11 estaciones, sin levantar sospechas.
Más allá de un homicidio sin clarificar, el Metro se encontró en una posición incómoda de convertirse “en el nuevo panteón de víctimas de la violencia”, nos dice Pedro.
Las más de 3 mil cámaras dentro del STC y los más de 2 mil elementos de seguridad fueron incapaces de disuadir a la delincuencia de dejar el cadáver de una mujer en el STC, ni de tirar un cuerpo en las inmediaciones del Metro Xola. “[El Metro] es un lugar estratégico para dejar cuerpos”, dice Pedro, al explicar que al tirar un cuerpo a las vías se deshacen prácticamente de la evidencia: “El Metro, cuando pasa encima de un cuerpo, lo descuartiza. El tonelaje, el peso, la electricidad, todo”, y agrega la coincidencia que existe entre el efecto de un cuerpo que atropella el Metro, con el modus operandi del narcotráfico. “El crimen organizado también descuartiza… ya es muy difícil [identificarlos], hay unos que quedan todos cercenados, a muchos nos ha tocado ver cosas tétricas”.
Otro caso un tanto sospechoso, nos menciona Pedro, fue el de febrero de 2014, cuando se publicó en los medios la aparición, en el mismo día, de dos cuerpos en Tasqueña y uno más en la estación
Insurgentes, los tres entre 25 y 35 años de edad. Las autoridades dijeron del muerto de la glorieta de Insurgentes, lo mismo que con los restos de la estación Xola, que se trataba de “un indigente”.
El hallazgo de cadáveres como el caso de San Antonio y Xola son recientes, “con todos los años que llevo acá trabajando, casi 20, nunca había visto, ni había sabido que pasara, que desmembraran y fueran a aventar allá”. Y agrega: “De tres años para acá esto se empezó a ver”.