Columna animal – La Negrita

Ya tiene iempo que llegó, con su pelaje negro como la noche y un hambre que parecían dos. En la privada la veía uno esporádicamente, a veces de día, a veces de noche, y siempre era muy difícil lograr acercarse lo suficiente como para que se diera cuenta de que lo que uno quería era darle un poco de croquetas. Era así, y al final ya hasta conocía el auto, y se detenía a esperar que uno, a la distancia, le pusiera sus croquetas para que ella se las comiera una vez que uno se alejaba. Los vigilantes, bajo el encargo de una vecina veterinaria, intentaron atraparla, pero no daba resultado, y cada tanto la Negrita se embarazaba nuevamente, y cada tanto aparecía con sus gatitos, oscuros como ella. Todos tuvieron mala suerte, pues unos murieron en un aljibe, ahogados, según dicen los guardias. Otros fueron atropellados, pues acostumbraban ocultarse bajo los autos.
Y entonces sucedió lo tantas veces deseado, los vigilantes, no me pregunte cómo, lograron atrapar a la Negrita. Una semana de cuidados después de la esterilización, y el animalito ya estaba de nuevo entre nosotros. Que alguien le propuso a la veterinaria que mejor la sacrificara, para que ya no hubiera gatos, eso nos dijo. Pero ella, como era de esperarse, se negó a seguir ese desalmado consejo. Yo no hago eso, dijo, además, desde que la Negra está, no hay ratas, comentó. Una vez liberada de embarazos, partos y lactancias, la Negrita comenzó a aparecerse regularmente por casa por las noches, y día a día, recibe su comida, agua, e incluso tiene una camita que puede usar en época de frío. Con el tiempo se acerca un poco más a nosotros, pero como buena gatita feral, que creció sin contacto con seres humanos, y mantiene una naturaleza silvestre, aún mantiene su distancia. Pero eso no importa, es agradecida y lo demuestra con maullidos y marometas.
Los gatos ferales llevan una vida muy difícil en las calles, sobre todo en ciudades de países no muy desarrollados que no tienen una cultura de tolerancia y respeto. Pero ya esterilizados, y si alguien se hace cargo de ellos, pueden llevar una muy buena vida. Una mejor que si fueran obligados a vivir en una casa, pues no debemos olvidar son animales libres. En muchos lugares en diferentes países existe lo que se llama manejo de colonias felinas, donde voluntarios atrapan, esterilizan, vacunan, y alimentan a grupos de gatos que viven en parques, colonias, universidades, y hasta en los sitios que uno menos imagina, como museos. Me contaban en una universidad que una vez dieron en adopción una gatita, dócil, de una colonia feral, y que ella, desaparecida al cabo de dos días de estar en su nueva casa, volvió tan pronto como pudo a su hogar original.
Siempre las mejores alternativas para el control de la población de callejeritos son las más humanas. Respetemos el derecho de los demás a la existencia, sean perros, gatos, o cualquier otra especie. Este planeta no es sólo de nosotros. Y ahora … a darle de comer a la Negrita. GS