El azaroso tránsito de las iniciativas de leyes secundarias por el Congreso ha dejado como saldo más notable —y deplorable— graves e inconvenientes pleitos y fracturas en los tres principales partidos. Sobre todo en el PAN, a cuyos dirigentes y legisladores, de todas las tribus, se les cayó la hoja de parra y ahora se pelean por hacerle el trabajo al gobierno federal, eso sí, entre encendidos discurso de furioso antigobiernismo.
Así y todo, una oposición caprichosa y engallada, que ya le tomó la medida al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, consiguió ponerle un palo a la rueda del carro de las reformas estructurales, en particular la de telecomunicaciones, con la amenaza inadmisible de generar un choque entre cámaras legislativas y una crisis institucional.
Quizá las pugnas intrapartidistas derivan del polémico contenido de las iniciativas. De lo que no hay duda es que obedecen en gran parte a la grilla más vulgar y ambiciones ilegítimas.
La señal más inquietante de pleito ya no sólo dentro de los partidos sino del Legislativo, provino de la Cámara de Diputados, desde donde Luis Alberto Villarreal y Silvano Aureoles tildaron a los senadores, de modo tan injusto como desconsiderado —en el mejor de los casos con la aguda observación del comal a la olla—, de flojos e irresponsables.
El Senado, dijo el panista Villarreal, mantiene paralizada la labor legislativa, debido al rezago mayúsculo en el desahogo de 50 minutas enviadas por la Cámara baja. Aureoles, enigmático, urgió a la Cámara alta privilegiar el diálogo y alcanzar acuerdos “más allá de cualquier interés político”.
En los medios de opinión y desde luego en las cámaras más de uno entendió lo que Miguel Barbosa tradujo luego sin perífrasis: Manlio Fabio Beltrones habló por boca de ganso.
A Villarreal y Aureoles fue el sonorense quien los mandó a decir lo que dijeron; hay que leer entre líneas, dijo el coordinador perredista, poniendo a revolotear la duda.
De ser atinada la lectura de Barbosa, ¿cuáles pueden ser los motivos de Manlio para abalanzarse sobre una cámara donde su partido es mayoría —relativa, pero mayoría al fin—, y con cuyo jefe de bancada tan buena mancuerna ha hecho para darle curso a las reformas prioritarias de Peña Nieto?
¿Se trata sólo de una reprensión producto de la solidaridad y el compañerismo intracameral, enfocada a respaldar a Villarreal en su guerra contra la tribu caldero-corderista, la cual empezaba a recuperar espacios con Javier Lozano convertido en principal afanador del peñismo y promotor de la ley telecom?
¿Estamos ante un soterrado boicoteo por parte de los afectados por la reforma constitucional en el campo de las telecomunicaciones?
Un misterio.
Cualquiera que haya sido el bicho que le picó al coordinador del PRI en la Cámara baja o el motivo del insidioso ataque de Villarreal y Aureoles al Senado, la intriga consiguió su propósito. Senadores de todos los partidos naturalmente defendieron su trabajo. Emilio Gamboa Patrón dijo que hay saturación de asuntos porque el Senado está haciendo con seriedad su tarea; desahoga encargos no fast track, sino escuchando realmente las más diversas propuestas sobre temas complejos.
Y en tono cáustico, como comparando lo que sucede en la Cámara alta con lo que pasa en otros ámbitos, añadió: “La pluralidad, aquí, es viviente”.
No salió indemne sin embargo la ley telecom de la arremetida —ya sea por encargo o por iniciativa propia— de los jefes de diputados panistas y perredistas.
En un encuentro de coordinadores parlamentarios en un restaurante, sólo minutos después de que Peña Nieto había ensalzado en Los Pinos los méritos de aquella normatividad, el tema fue transferido a un incierto periodo ordinario de sesiones. Se impusieron los zancadilleos. Y los caprichos de la oposición.
Se sabía que no sería cosa de tejer y cantar la elaboración de las leyes secundarias. En año preelectoral y con procesos de renovación partidista en su apogeo, era predecible que la complejidad de los ajustes legales sería potenciada por la politiquería. Lo que no estaba en el radar son las patadas en las canillas entre priistas.
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